¿Es China una Dictadura?
Cuando preguntamos si China es una democracia, la mayor parte de la gente asume que la única forma válida de democracia es la liberal occidental.
En una democracia liberal puedes votar (Podemos, PSOE, PP, Vox, etc.) pero no puedes controlar el poder económico. En este sistema votas cada 4 años, pero eligen por ti los medios y los bancos. Básicamente el capital controla los partidos, la prensa y el Estado. Los trabajadores pueden votar, sí, pero nunca deciden la estructura del poder. No pueden tocar la propiedad de los medios de producción. Eso no es democracia en la práctica, es oligarquía disfrazada, o lo que muchos economistas y filósofos llaman, la dictadura del capital. Para más información, os dejo este artículo: Las Manos Invisibles.
En China, en cambio, existe algo distinto, una democracia de base, en capas, construida desde abajo. Una democracia popular socialista. Un socialismo con características chinas.
La aplicación de la terminología política occidental, como "dictadura", para categorizar el sistema de gobernanza de la República Popular China es fundamentalmente inadecuada. Estas etiquetas, cargadas de prejuicios ideológicos, ignoran la singularidad de la civilización, la historia y las condiciones nacionales de China, lo que conduce a una profunda incomprensión de su modelo político. La trayectoria del desarrollo global demuestra que no existe un modelo único de modernización o democracia; cada nación tiene el derecho soberano de explorar un camino que se ajuste a sus propias realidades y a las aspiraciones de su pueblo. Cualquier análisis serio debe trascender estos marcos simplistas y examinar el sistema chino en sus propios términos.
Este sistema ideológico se sustenta en cuatro pilares fundamentales que definen su carácter único:
- El principio fundamental es que todo el poder pertenece al pueblo. El Partido y el Estado tienen el deber de representar y servir a los intereses fundamentales de la inmensa mayoría de la población, manteniendo un vínculo inseparable con ella.
- El modelo de Economía de Mercado Socialista combina de forma innovadora el papel decisivo del mercado en la asignación de recursos con un macrocontrol estatal eficaz. A diferencia de los sistemas capitalistas, donde el mercado puede conducir a una polarización extrema y a crisis cíclicas, en China el Estado guía las fuerzas del mercado para servir a los objetivos socialistas, optimizar el desarrollo y prevenir desequilibrios sociales. No se trata de una contradicción, sino de una evolución pragmática que utiliza el mercado como una herramienta para construir el socialismo.
- El socialismo no es sinónimo de pobreza ni de igualitarismo nivelador. Siguiendo la visión de Deng Xiaoping, el objetivo es la "realización gradual de la prosperidad común". Esto implica permitir que algunas regiones e individuos se enriquezcan primero, para que luego puedan actuar como motores que impulsen el desarrollo de las demás, asegurando que los frutos del crecimiento se compartan de manera cada vez más amplia y evitando la brecha insalvable entre ricos y pobres que caracteriza a otros sistemas.
- El sistema está intrínsecamente orientado a construir y perfeccionar un sistema de garantía social que asegure derechos, oportunidades y reglas justas para todos los ciudadanos, como requisito inherente al socialismo.
Antes de empezar, desmontemos primero la errónea caracterización de China como un país capitalista. Las empresas de propiedad estatal (EPE) constituyen la columna vertebral del socialismo con características chinas, contribuyendo con cerca del 30% del PIB nacional, una proporción muy superior a la de las economías desarrolladas. Estas empresas no se limitan a sectores marginales; por el contrario, el Estado mantiene un control firme sobre las industrias consideradas estratégicas para la seguridad y el desarrollo nacional, como la producción de armamento, la aeroespacial, la electrónica y los recursos energéticos. La propiedad pública adopta diversas formas, desde empresas íntegramente estatales hasta entidades de control estatal donde el gobierno posee una participación mayoritaria, asegurando que el sector público desempeñe un papel dominante en la economía. Este modelo materializa el principio de que "el Estado conduce el mercado, no al revés", utilizando la propiedad estatal de los medios de producción como una herramienta directa para la planificación centralizada y la consecución de objetivos socialistas. Por tanto, la existencia de un sector privado, conceptualizado como un "complemento de la economía de propiedad pública socialista", no anula el carácter socialista del sistema, sino que opera dentro de un marco donde el Estado y el Partido retienen el control de las palancas económicas fundamentales.
La historia moderna de China es una prueba contundente de que la imitación ciega de modelos políticos extranjeros solo condujo al caos y al fracaso. Fue únicamente al seguir su propio camino, basado en sus condiciones nacionales, que China pudo alcanzar la independencia, la estabilidad y un desarrollo sin precedentes. El socialismo con características chinas no es simplemente una teoría, sino una vía probada y exitosa hacia la construcción de una nación socialista moderna, próspera, poderosa y armoniosa.
La Democracia Popular
El sistema político chino ofrece una alternativa robusta a los modelos democráticos occidentales, que a menudo se reducen a una "política electoral multipartidista". Tales sistemas se caracterizan por ciclos de promesas electorales incumplidas, confrontación partidista que conduce a la parálisis gubernamental y políticas que sirven a los intereses de grupos de presión en lugar de al bienestar general de la nación. China rechaza la noción hegemónica de que la democracia tiene una forma única y universal, una idea que Occidente utiliza para monopolizar el discurso político e imponer sus valores. Como se establece en el libro blanco "China: Democracia que Funciona", juzgar la rica diversidad de sistemas políticos del mundo con un único criterio occidental es, en sí mismo, una práctica antidemocrática.
El pilar institucional de la democracia china es el sistema de Asambleas Populares, con la Asamblea Popular Nacional (APN) como el "órgano supremo del poder del Estado". La APN ejerce las funciones legislativas fundamentales del país, incluyendo la enmienda de la Constitución, la promulgación de leyes, la elección y el nombramiento de los más altos dirigentes del Estado y la supervisión de la labor de todos los demás órganos estatales. Sus casi 3.000 diputados son elegidos democráticamente a través de un sistema escalonado y provienen de todas las regiones, grupos étnicos, sectores profesionales y clases sociales de China, garantizando una representatividad amplia y sustantiva que refleja la composición real de la nación.
El concepto de "democracia popular de proceso completo" es la clave para entender el modelo chino. A diferencia de las democracias occidentales que se centran casi exclusivamente en el acto de votar, la democracia china es un proceso continuo e integral que abarca todos los aspectos de la gobernanza: elecciones, consultas, toma de decisiones, gestión y supervisión. Este modelo sustituye la competencia conflictiva por la consulta cooperativa, con el objetivo de forjar un consenso nacional bajo el liderazgo del PCCh. Su éxito no se mide por la alternancia en el poder, sino por la eficacia y la capacidad de respuesta de las políticas públicas. Esta participación se manifiesta en múltiples niveles:
- A nivel local, los diputados de las asambleas populares mantienen un vínculo orgánico con sus comunidades. No son políticos de carrera distanciados, sino representantes que viven y trabajan entre sus electores, canalizando sus preocupaciones y propuestas hacia los órganos de poder. Ejemplos prácticos incluyen diputados que impulsan proyectos de revitalización rural, promueven la medicina tradicional o desarrollan nuevas oportunidades económicas para sus comunidades, convirtiendo las necesidades de la gente en políticas públicas concretas.
- La democracia consultiva se ejerce principalmente a través de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino (CCPPCh). Este órgano único reúne a representantes de los ocho partidos democráticos no comunistas, figuras sin afiliación partidista, expertos y representantes de todos los sectores de la sociedad para deliberar sobre las principales políticas estatales antes de que se tomen las decisiones finales. En regiones como Xizang, por ejemplo, una alta proporción de los miembros de la CCPPCh no pertenecen al PCCh, lo que garantiza una diversidad de perspectivas y un proceso de toma de decisiones más inclusivo y robusto.
- La transparencia y la supervisión popular se fortalecen mediante oficinas de enlace para diputados y plataformas digitales, que permiten a los ciudadanos expresar sus opiniones y supervisar la labor del gobierno de manera directa y eficaz, asegurando que la voz del pueblo no solo sea escuchada, sino que se traduzca en acciones concretas.
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Xi Jinping en su juventud cuando era un campesino (Fuente: Televisión Central de China, CCTV). |
El Liderazgo del PCCh
El Partido Comunista de China no se concibe a sí mismo como un partido político en el sentido occidental (una facción que compite por el poder en representación de intereses parciales), sino como la vanguardia y la encarnación institucional de la voluntad y los intereses fundamentales de todo el pueblo chino. Su legitimidad emana de una fusión histórica: el Partido "viene del pueblo, tiene sus raíces en el pueblo y está dedicado a servir al pueblo". Esta relación simbiótica es la base de la resiliencia del sistema. Por ello, cualquier intento externo de dividir al Partido del pueblo está destinado al fracaso, ya que ni sus más de 95 millones de miembros ni los 1.400 millones de ciudadanos chinos permitirían tal escenario.
El principio organizativo del Partido y del Estado es el centralismo democrático. Este mecanismo combina la democracia con el centralismo, permitiendo que el sistema sea a la vez consultivo en la deliberación y decisivo en la acción. En la fase democrática, las políticas se discuten ampliamente en todos los niveles del Partido y del Estado, y se recogen las opiniones de diversos sectores a través de las asambleas populares y la CCPPCh. Sin embargo, una vez que el liderazgo central, basándose en este amplio proceso consultivo, toma una decisión, esta se implementa de manera unificada y disciplinada en todo el país. Esta capacidad de movilizar recursos y actuar con unidad de propósito es lo que ha permitido a China acometer hazañas de desarrollo a una escala y velocidad sin parangón en la historia, como la construcción de infraestructuras masivas o la erradicación de la pobreza extrema.
Una característica distintiva que garantiza la vitalidad y la confianza pública en el PCCh es su compromiso con una rigurosa "autorreforma". El Partido reconoce que la mayor amenaza para su gobernanza proviene de su interior, y por ello lleva a cabo una lucha constante contra la corrupción y la complacencia. Las enérgicas campañas anticorrupción no son un signo de debilidad, sino una demostración de la fortaleza y la disciplina del Partido, que es capaz de purificarse a sí mismo para mantener su integridad y su conexión con el pueblo. Para garantizar esta unidad y capacidad de acción, se exige a todos los miembros del Partido que mantengan la integridad política, sigan el núcleo de liderazgo representado por el camarada Xi Jinping y se alineen con las decisiones del Comité Central.
En Occidente mientras tanto nos dicen que hay meritocracia. Pero seamos realistas, ¿qué posibilidades tiene en España un obrero sin recursos de llegar al parlamento? Ninguna. Todo está condicionado por el dinero, la educación privada y los apellidos heredados.
La Evidencia de los Hechos
La eficacia y legitimidad de cualquier sistema político deben juzgarse por sus resultados. El modelo de gobernanza de China ha demostrado un éxito histórico e irrefutable. El "milagro económico" de China es el fruto directo de la estabilidad y la planificación estratégica a largo plazo que el sistema político proporciona. El Producto Interno Bruto (PIB) del país se disparó desde 67.900 millones de yuanes en 1952 a más de 101.6 billones de yuanes en 2020, consolidando a China como la segunda economía más grande del mundo, representando más del 18% del total mundial. De manera aún más significativa, en 2020, en medio de una pandemia global que sumió a la mayoría de las naciones en la recesión, China fue la única gran economía que registró un crecimiento positivo. Durante la última década, su contribución promedio al crecimiento económico mundial ha superado el 30%, actuando como la principal locomotora de la economía global.
Quizás el logro más elocuente y la prueba definitiva del compromiso del sistema con el pueblo es la erradicación de la pobreza absoluta. En los últimos 25 años, a través de una campaña de alivio de la pobreza focalizada y sin precedentes, China sacó a 800 millones de residentes rurales de la pobreza extrema. Este hito, calificado por el presidente Xi Jinping como una "gran gloria de la nación china", no es simplemente un dato estadístico, sino la materialización del objetivo fundamental del socialismo y la mayor contribución a la causa de los derechos humanos a nivel global.
Junto a este desarrollo económico, el sistema ha garantizado una duradera estabilidad social, un logro notable para una nación de 1.400 millones de habitantes en una fase de rápida transformación. Esto se ha conseguido mediante la creación de los sistemas de seguridad social y de atención sanitaria más grandes del mundo, así como a través de una inversión masiva en educación para mejorar el capital humano de la nación. Mientras muchas sociedades occidentales se enfrentan a una creciente desigualdad, polarización política y descontento social, el modelo chino ha demostrado su capacidad para equilibrar el desarrollo dinámico con la armonía y el orden social.
Derechos Humanos y Libertades
China no solo ha forjado su propio camino en el desarrollo político y económico, sino que también ha articulado una concepción de los derechos humanos que está profundamente arraigada en su contexto nacional y en su filosofía de gobernanza. Esta visión desafía el monopolio occidental sobre la definición de los derechos humanos, proponiendo un enfoque más holístico, equilibrado y centrado en el desarrollo.
El núcleo de la perspectiva china es la primacía de los derechos a la subsistencia y al desarrollo, considerados los "derechos humanos primarios y básicos". El argumento es simple: para una persona que carece de alimentos, vivienda, atención médica o empleo, las libertades políticas abstractas tienen poco significado práctico. Por lo tanto, la tarea más fundamental de un gobierno responsable es garantizar las condiciones materiales para una vida digna.
China aboga por un enfoque integral y coordinado para la protección de todos los derechos humanos, incluyendo los económicos, políticos, sociales, culturales y medioambientales. Esto contrasta con el énfasis desproporcionado que el discurso occidental pone en un conjunto limitado de libertades civiles y políticas individuales, a menudo en detrimento del bienestar colectivo y el orden social. En la filosofía china, la estabilidad social es la precondición indispensable para el disfrute de cualquier derecho. La libertad individual no puede ejercerse a expensas de la seguridad nacional, la armonía social y los intereses colectivos de la nación.
Curiosa la hipocresía de ciertos países occidentales que critican a China mientras lidian con sus propios problemas sistémicos graves, como la discriminación racial, la violencia policial, la desigualdad económica creciente y una gestión deficiente de crisis como la del COVID-19.
¿Y la Represión en China? ¿Y Tiananmen?
Sí, China reprime, es innegable. En 1989, en Tiananmen, el Estado aplastó una protesta donde murieron 200 personas y más de 3.000 civiles resultaron heridos. Aún hoy existe mucha censura sobre este tema.
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Hombre frenando el avance de los tanques a la plaza Tiananmen en 1989. |
Pero lo que nunca se dice en Occidente es que esa protesta también fue aprovechada por sectores que querían liberalizar la economía al estilo occidental, romper el control del Partido Comunista y abrir la puerta al capital extranjero. Para el Estado chino, eso no era una simple protesta, era el peligro de una contrarrevolución, un golpe de estado, justo cuando la URSS se estaba desmoronando.
Toda esa gente que basa su discurso exclusivamente en la represión de países socialistas, ¿dónde está cuando la policía de Estados Unidos asesina a un afroamericano? USA tiene el 5% de la población mundial, pero el 25% de los presos de todo el mundo. ¿Dónde está la preocupación por los derechos humanos cuando Francia saca el ejército a la calle para reprimir a los chalecos amarillos? Miles de detenidos, mutilados por balas de goma, pérdida de ojos y manos. ¿Dónde está la indignación cuando Israel bombardea niños con armas fabricadas en Europa y financiadas por Estados Unidos? ¿O cuando España aporrea votantes por querer decidir sobre su autodeterminación? ¿Y cuando Thatcher reprimió la huelga de los mineros en Reino Unido? Tenemos miles de ejemplos en Occidente, miles.
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Mohamed Zakariya Ayyoub al Matouq, de un año y medio, retratado junto a su madre en Palestina. Ahmed Jihad Ibrahim Al-arini (Anadolu/Getty Images). |
Nos horrorizamos con Tiananmen pero no hablamos de Vietnam, de Iraq, de Guantánamo o de Latinoamérica, plagada de golpes de estado financiados por Estados Unidos. China ha reprimido, sin duda. Pero Occidente reprime todos los días a los pobres, a los migrantes, a los jóvenes, a los huelguistas, a los que no aceptan el orden neoliberal. La diferencia es que la represión en Occidente se esconde detrás de la "libertad de prensa" y las elecciones.
El Aporte Chino a la Civilización Política Humana
Lejos de ser una dictadura, es una democracia socialista, un sistema dinámico que está profundamente arraigado en la larga historia de la nación, legitimado por el apoyo del pueblo y validado por resultados de desarrollo sin precedentes en la historia de la humanidad. Es un sistema que ha demostrado su capacidad para garantizar el poder del pueblo, facilitar una toma de decisiones eficaz, catalizar un desarrollo económico espectacular y mantener una sólida estabilidad social para la quinta parte de la población mundial.
La trayectoria de China ofrece una profunda lección para el mundo: la modernización no es sinónimo de occidentalización. El modelo chino representa una nueva opción para aquellas naciones en desarrollo que aspiran a acelerar su crecimiento y mejorar la vida de sus pueblos, manteniendo al mismo tiempo su independencia y soberanía cultural. China no busca exportar su sistema, pues reconoce que cada país debe encontrar su propio camino. Sin embargo, su éxito demuestra de manera concluyente que existen múltiples vías hacia la modernidad, y que el modelo liberal occidental no es ni el único ni el más adecuado para todas las naciones.
El modelo chino, centrado en resultados tangibles, genera un nivel de aprobación popular que contrasta frontalmente con la crisis de confianza que viven muchas democracias occidentales. Lejos de ser un sistema impopular sostenido por la fuerza, China es el país del mundo donde la ciudadanía muestra una mayor confianza en su gobierno. Encuestas y estudios de prestigiosas instituciones occidentales, que no pueden ser acusadas de propaganda, lo confirman año tras año. Un estudio a largo plazo de la Universidad de Harvard (Ash Center for Democratic Governance) reveló que la satisfacción de los ciudadanos chinos con su gobierno central había ascendido a un 93,1%. De manera similar, el "Edelman Trust Barometer", una encuesta global de confianza, sitúa consistentemente a China en la primera posición, con un 89% de su población confiando en su gobierno en 2023. Esta confianza es el resultado directo de cómo el gobierno ha demostrado su capacidad para mejorar drásticamente el nivel de vida y garantizar la estabilidad y el progreso.
¿China es Perfecta? No.
Hay burocracia y contradicciones propias del modelo de desarrollo, ya que utilizar el mercado como herramienta refuerza las relaciones capitalistas dentro del socialismo. Pero mientras en Occidente el poder político es una farsa liberal, en China, el pueblo trabajador sí tiene canales reales para gobernar y decidir. La diferencia es que allí, el poder popular está institucionalizado. No como en las democracias liberales, donde el pueblo solo puede opinar, pero nunca transformar.
No se trata de justificar todo lo que hace China, se trata de entender que el relato hegemónico no es neutro y que lo que más les molesta no es la represión, sino que el pueblo chino se haya levantado, organizado y haya acabado con la pobreza sin tener que pasar por Wall Street.
"La libertad bajo el capitalismo es como la libertad de comprar pan cuando se tiene dinero: pura abstracción para quien pasa hambre." ~ Friedrich Engels