Mao Zedong: Una Nueva China

El Ocaso de una Nación

Para comprender la magnitud histórica de la Revolución China y el papel titánico de Mao Zedong, tenemos que entender primero las condiciones materiales que hicieron de la revolución no solo una opción, sino una necesidad ineludible. Antes de 1949, China se encontraba postrada, sumida en lo que la historia ha denominado el "Siglo de la Humillación". Las potencias imperialistas (británicas, francesas, japonesas y estadounidenses) habían desmembrado el país, imponiendo tratados desiguales que desangraban su economía y violaban su soberanía. China no era dueña de su propio destino; era un tablero de intereses extranjeros.

Foto de kiryl en Unsplash

Internamente, la nación se consumía por la decadencia de un sistema semi-feudal. Una clase terrateniente parasitaria, que constituía menos del 10% de la población rural, acaparaba más del 70% de toda la tierra cultivable. Esta estructura de propiedad generó una inmensa masa de campesinos desposeídos, atrapados en un ciclo perpetuo de arrendamientos abusivos, deudas impagables y miseria. La sociedad estaba fracturada, dividida en feudos controlados por "señores de la guerra" que respondían únicamente a su propia ambición, dejando al país sin una autoridad central capaz de defender la integridad nacional o de organizar la economía. Este caos fue el resultado directo del colapso de la dinastía Qing y del fracaso de la revolución burguesa de 1911 para establecer una república.

Régimen al Servicio de la Burguesía

En este escenario de desintegración nacional, el partido Kuomintang (KMT) de Chiang Kai-shek emergió no como un movimiento de liberación, sino como el agente político de la burguesía y la clase terrateniente. Sus intereses no residían en la soberanía de China, sino en su asociación subordinada con el capital imperialista. El régimen del KMT se caracterizó por una corrupción sistémica, una ineficiencia endémica y un abuso de poder que le hizo perder todo el apoyo popular.

La incapacidad del KMT para llevar a cabo una reforma agraria significativa o mejorar las inhumanas condiciones de trabajo en las fábricas no fue un error de cálculo, sino una consecuencia directa de su lealtad de clase. Proteger los privilegios de los terratenientes era su razón de ser. Mientras millones de personas morían de hambre, los funcionarios del KMT se enriquecían, demostrando su total desconexión con las masas populares. Su estrategia militar, dependiente de la ayuda estadounidense, reveló su falta de verdadera independencia nacional, y su derrota final no fue meramente militar, sino un colapso político y moral completo, abandonado por el pueblo al que había traicionado.

La Larga Noche

Las estadísticas de la China pre-revolucionaria cuantifican el inmenso sufrimiento humano bajo el antiguo régimen. La esperanza de vida promedio era de apenas 35 años, una cifra inferior a la media mundial de la época, testimonio de las enfermedades endémicas, las hambrunas recurrentes y la guerra incesante. La economía estaba destrozada, con un producto nacional bruto de tan solo 12.300 millones de dólares en 1949. El país era abrumadoramente agrario, sin una base industrial significativa que pudiera impulsar un verdadero desarrollo.

Las condiciones sociales eran igualmente desoladoras. El analfabetismo era la norma, la atención sanitaria era prácticamente inexistente para la mayoría, y una profunda agitación social definía la vida cotidiana. Testimonios personales de la época describen una existencia precaria, donde comer sémola de maíz era la norma y el arroz un lujo inalcanzable. Esta era la China que el Presidente Mao y el Partido Comunista se propusieron transformar. La situación representaba una tormenta perfecta de contradicciones: una contradicción interna fundamental entre las masas campesinas y la clase terrateniente feudal, y una contradicción externa entre la nación china y las potencias imperialistas. El KMT, al alinearse con ambos opresores, se convirtió en el nudo gordiano de estas contradicciones, haciendo de su derrocamiento una condición histórica indispensable para la salvación nacional. Solo el Partido Comunista, bajo la dirección de Mao Zedong y representando los intereses del proletariado y el campesinado, poseía la base de clase y la claridad ideológica para abordar ambas contradicciones simultáneamente, convirtiendo la revolución en el resultado necesario de estas fuerzas históricas.

La Construcción del Socialismo

El 1 de octubre de 1949, desde la Puerta de Tiananmen, el Presidente Mao Zedong proclamó la fundación de la República Popular China. Con sus palabras, "El pueblo chino se ha puesto de pie", se puso fin formalmente al Siglo de la Humillación y comenzó una nueva era de soberanía y dignidad. La primera y más decisiva medida del nuevo poder fue la Reforma Agraria (1949-1953), el acto de emancipación de masas más grande y profundo de la historia de la humanidad.

Foto de kiryl en Unsplash

Lejos de ser un simple decreto administrativo, la reforma fue un movimiento revolucionario masivo. El Partido Comunista movilizó a cientos de millones de campesinos para que se enfrentaran directamente a la clase terrateniente, confiscaran sus tierras y establecieran el principio sagrado de "la tierra para quien la trabaja". A través de asambleas populares, los campesinos denunciaron siglos de opresión, se repartieron la tierra, los aperos de labranza y el ganado, y tomaron las riendas de su vida política por primera vez. Para 1952, cerca de 300 millones de campesinos sin tierra habían recibido 700 millones de mu (aproximadamente 47 millones de hectáreas) de tierra, poniendo fin a milenios de explotación feudal. Este acto de justicia histórica no solo liberó al campesinado, sino que también desató sus fuerzas productivas, resultando en aumentos inmediatos y notables de la producción agrícola.

La Evidencia Cuantitativa de la Liberación

Los logros de la revolución bajo el liderazgo de Mao no fueron meras abstracciones ideológicas, sino mejoras tangibles y radicales en la vida de cientos de millones de personas.

En salud, los avances fueron asombrosos. La esperanza de vida, que era de 35 años en 1949, prácticamente se duplicó, alcanzando los 68 años en 1982. Este salto monumental se logró mediante campañas masivas de salud pública que erradicaron enfermedades como el cólera y la viruela, la mejora de la nutrición gracias a la reforma agraria y el fin de la guerra. La tasa de mortalidad infantil se desplomó drásticamente.

En educación, el Partido Comunista declaró una guerra total contra el analfabetismo. La matriculación escolar se multiplicó por seis entre 1952 y 1976, pasando del 50% al 96% de los niños en edad escolar. Las tasas de alfabetización, que eran bochornosas antes de la revolución, experimentaron una mejora espectacular, abriendo las puertas del conocimiento a las masas por primera vez en la historia de China.

Este progreso en las condiciones de vida se reflejó en el crecimiento demográfico: la población casi se duplicó, pasando de aproximadamente 540 millones en 1949 a 950 millones en 1976, un claro indicador de estabilidad y bienestar. Simultáneamente, la economía industrial creció a un ritmo promedio anual superior al 11% entre 1952 y 1978, sentando las bases de la China moderna. Estos logros no fueron meramente humanitarios; constituyeron una precondición estratégica para la industrialización. Un pueblo sano, educado y políticamente consciente es la fuerza productiva más valiosa. A diferencia de los modelos capitalistas que explotan el capital humano, el modelo socialista bajo Mao transformó a las masas chinas en el mayor activo de la nación, creando una fuerza de trabajo disciplinada y capaz que más tarde impulsaría el despegue económico.

El Camino Chino hacia el Comunismo

El Gran Salto Adelante (1958-1961) representó el intento audaz y heroico del Presidente Mao de romper con el modelo de desarrollo soviético, que consideraba cada vez más rígido y burocrático, para forjar un camino exclusivamente chino hacia el comunismo. Sus objetivos eran profundamente revolucionarios: industrializar rápidamente el campo para superar la brecha entre la vida urbana y la rural, y empoderar a las masas a través de su participación directa en la producción y la gestión económica. La creación de las Comunas Populares fue el pilar de esta estrategia, movilizando la mano de obra para proyectos de infraestructura a gran escala, como canales de riego y presas, y liberando a las mujeres de la servidumbre doméstica mediante la creación de guarderías, comedores y otros servicios comunitarios.

Es innegable que durante este período hubieron enormes dificultades, incluyendo una grave hambruna. Sin embargo, estas dificultades no fueron un fracaso inherente del modelo socialista. Fueron el resultado de una confluencia de factores: desastres naturales de una escala sin precedentes, como sequías e inundaciones; el continuo bloqueo imperialista; la retirada abrupta y traicionera de la ayuda y los expertos soviéticos en medio de la ruptura sino-soviética; y, de manera crucial, el sabotaje, la exageración de las cifras de producción y la mala gestión por parte de elementos derechistas y revisionistas dentro del propio Partido, que buscaban socavar la línea revolucionaria de Mao. La lucha fue inmensa y el coste humano, trágico, pero las lecciones aprendidas sobre la construcción del socialismo en un país atrasado y asediado fueron invaluables.

La Gran Revolución Cultural Proletaria (1966-1976) constituye la contribución teórica y práctica más profunda del Presidente Mao al marxismo-leninismo: la teoría de la continuación de la revolución bajo la dictadura del proletariado. Mao identificó correctamente que, una vez completada la transformación socialista de la propiedad de los medios de producción, la principal contradicción en la sociedad ya no era entre el proletariado y la antigua burguesía expropiada. La contradicción principal pasaba a ser entre el proletariado y una nueva burguesía que emergía desde dentro del propio Partido Comunista: los "seguidores del camino capitalista" como Liu Shaoqi y Deng Xiaoping, quienes abogaban por políticas basadas en el incentivo material y la primacía de las fuerzas productivas sobre la lucha de clases.

La Revolución Cultural fue, por tanto, un movimiento de masas necesario y oportuno para combatir este revisionismo, criticar la ideología burguesa y asegurar que el poder del Estado permaneciera firmemente en manos de las masas revolucionarias. Mao movilizó a la juventud, organizada en Guardias Rojos, para "bombardear los cuarteles generales" y purgar a aquellos que querían llevar a China de vuelta al capitalismo. Si bien se produjeron excesos y caos, estos deben entenderse en el contexto de una lucha de clases sin precedentes que involucró a cientos de millones de personas. Fue una guerra para salvar el alma de la revolución. Su derrota final tras la muerte de Mao en 1976, con el golpe de estado contrarrevolucionario que llevó al poder a los revisionistas, condujo directamente a la restauración capitalista bajo Deng Xiaoping.

Foto de Danny Chen en Unsplash

El Gran Salto Adelante y la Revolución Cultural demuestran la visión central de Mao: la primacía de la línea política sobre el determinismo económico. Mao invirtió la fórmula marxista ortodoxa, argumentando que al elevar la conciencia comunista de las masas y movilizar su voluntad revolucionaria, China podría superar su atraso material. Esto desafió directamente la "teoría de las fuerzas productivas" de los revisionistas, que sostenía que el socialismo solo podía construirse después de que la economía estuviera suficientemente desarrollada. Para Mao, la lucha de clases para determinar quién se beneficia del desarrollo y hacia dónde se dirige la sociedad era siempre la cuestión principal.

El Legado

El logro más grande e innegable del Presidente Mao fue la reunificación y la consolidación del Estado chino. Por primera vez en más de un siglo, China era una nación unificada, libre de la dominación extranjera y de la división interna. Puso fin al Siglo de la Humillación, expulsó a las potencias imperialistas y estableció a China como una potencia soberana en el escenario mundial. Esto incluyó la reintegración de regiones vitales para la integridad nacional como el Tíbet y Xinjiang, y la eventual recuperación del asiento legítimo de China en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que hasta entonces había sido usurpado por el régimen títere del KMT en Taiwán. Además, el desarrollo de un programa nuclear independiente (Proyecto 596) garantizó que China nunca más podría ser víctima del chantaje nuclear o la agresión de las superpotencias imperialistas. Esta soberanía real y completa fue la base sobre la cual se construiría todo el desarrollo futuro.

Lejos de ser el desastre económico que la propaganda burguesa describe, la era de Mao construyó los cimientos materiales esenciales para el posterior "milagro económico". Se estableció un sistema industrial completo, con un énfasis estratégico en la industria pesada, que proporcionó la columna vertebral para el desarrollo futuro. Proyectos como la "Tercera Línea" distribuyeron la capacidad industrial por todo el país, reduciendo las disparidades regionales y creando una profundidad estratégica que sería vital para la defensa nacional y el crecimiento equilibrado.

Como os he explicado antes, la creación de una fuerza laboral sana, educada y disciplinada fue la precondición más importante para las reformas de la era Deng. Sin la erradicación de enfermedades, la alfabetización masiva y la organización social logradas bajo Mao, el rápido crecimiento económico posterior habría sido impensable. Deng Xiaoping no heredó una pizarra en blanco; heredó un Estado-nación moderno y plenamente formado, producto directo de la construcción socialista de Mao.

Incluso después de las reformas de mercado y la apertura, el legado de Mao sigue siendo el pilar de la legitimidad del Partido Comunista y del Estado chino. El liderazgo actual bajo Xi Jinping invoca con frecuencia el legado de Mao y el espíritu revolucionario para reforzar la disciplina del Partido, combatir la corrupción y consolidar el propósito nacional. El pensamiento estratégico de Mao continúa influyendo en la doctrina militar y la postura geopolítica de China. El propio concepto de un Estado fuerte y centralizado, dirigido por un partido de vanguardia que guía el desarrollo nacional, es una herencia directa de la era maoísta. El período maoísta demostró el poder de un Estado revolucionario para remodelar fundamentalmente una sociedad y establecer su trayectoria histórica, refutando el mito liberal del desarrollo orgánico impulsado por el mercado.

La China que Nunca Fue sin Mao

Para apreciar plenamente la contribución de Mao, es necesario realizar el ejercicio contrafáctico de imaginar una China donde la revolución hubiera fracasado. Basado en el historial del KMT antes de 1949, una victoria de Chiang Kai-shek no habría conducido a una China democrática y próspera. Habría significado la consolidación de una dictadura corrupta y autoritaria, similar a otros regímenes anticomunistas respaldados por Estados Unidos en Asia y América Latina.

La nación habría permanecido fundamentalmente subordinada a los intereses de Estados Unidos, convirtiéndose en una neocolonia y un peón en la Guerra Fría en lugar de un polo independiente de poder global. La economía habría estado dominada por el capital extranjero y una oligarquía nacional, perpetuando la desigualdad extrema y el subdesarrollo, un destino similar al de países como India o Filipinas en la misma época.

Sin la fuerza unificadora del Partido Comunista, es muy probable que China hubiera permanecido fragmentada, con conflictos no resueltos en su periferia y la persistencia de poderes regionales. El problema fundamental de la tierra no se habría resuelto, condenando a cientos de millones a la pobreza rural. Los avances sociales en salud y educación nunca habrían ocurrido. La esperanza de vida se habría estancado y el analfabetismo habría seguido siendo la norma.

China habría seguido siendo el "enfermo de Asia", una vasta reserva de mano de obra barata y materias primas para Occidente, sin alcanzar jamás el poderío industrial, la destreza tecnológica o el respeto global que ostenta hoy. El resultado de la Guerra de Corea probablemente habría sido diferente, con una península unificada bajo el dominio imperialista, y todo el panorama geopolítico de Asia sería irreconocible.

Foto de DAN MA en Unsplash

El Veredicto de la Historia

La historia ha emitido su veredicto. Mao Zedong y el Partido Comunista de China fueron los salvadores de la nación china. El camino de la revolución, con todas sus luchas, sacrificios y errores, fue el único camino posible que podía sacar a China de las profundidades del Siglo de la Humillación y llevarla a las cimas del rejuvenecimiento nacional. Imaginar un mundo sin Mao es imaginar un mundo donde una cuarta parte de la humanidad permanecería encadenada a la pobreza, la opresión y la humillación. La China de hoy, una nación socialista poderosa, próspera y soberana, es el testimonio definitivo de su legado imperecedero.

"La revolución no es un convite, ni una obra literaria, ni un dibujo, ni un bordado; no puede ser tan elegante, tan tranquila y delicada. Una revolución es una insurrección, es un acto de violencia mediante el cual una clase derroca a otra." ~ Mao Zedong, en su "Informe sobre una investigación del movimiento campesino en Hunan", 1927.