Greta Thunberg: Del Clima a Palestina
Existen dos Greta Thunberg en el imaginario colectivo. La primera es la de 2019: la Persona del Año de la revista Time, una heroína global de 16 años, nominada al Premio Nobel de la Paz y aplaudida, aunque con condescendencia, por líderes mundiales en foros como la ONU y Davos. Era el ícono de una generación, la voz profética que advertía con una claridad moral ineludible que "nuestra casa está en llamas". La segunda Greta Thunberg es la de hoy: una activista radical, frecuentemente arrestada en protestas, y sistemáticamente marginada, ignorada o vilipendiada por los mismos medios de comunicación que una vez la encumbraron.
La disminución de su visibilidad mediática no es un accidente ni una señal de irrelevancia; es la consecuencia directa y predecible de su evolución ideológica. A medida que su crítica se agudizó, pasando de un llamado general a la acción climática a una acusación específica contra los sistemas interconectados del capitalismo, el colonialismo y el imperialismo, Thunberg transitó de ser un símbolo conveniente a una verdad intolerable. Su inquebrantable apoyo a la causa palestina es la manifestación más potente de esta evolución, forzando una confrontación que el establishment político y mediático occidental no estaba dispuesto a televisar.
El Despertar de una Generación
Todo comenzó con un acto de desobediencia civil singular y silencioso. En agosto de 2018, una estudiante sueca de 15 años llamada Greta Thunberg decidió que la inacción de los adultos ante la crisis climática era inaceptable. En lugar de ir a clase, se sentó frente al Parlamento sueco con un cartel pintado a mano que decía "Skolstrejk för klimatet" (Huelga escolar por el clima). No fue un acto impulsivo, sino una respuesta meditada a la abdicación de responsabilidad de la generación en el poder. Como ella misma explicaría más tarde, sentía que ella y otros jóvenes no deberían tener que asumir esa carga, pero la gravedad de la situación los obligaba a actuar. Esta acción, surgida desde la base, fue precisamente el tipo de iniciativa que el mundo necesitaba, como reconoció Kumi Naidoo, entonces secretario general de Amnistía Internacional.
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| Foto de Samuel Regan-Asante en Unsplash |
Thunberg no actuaba como la líder formal de una organización jerárquica, sino como la chispa que encendió un movimiento espontáneo y descentralizado. Su figura se convirtió en el catalizador que cambió la conversación social, introduciendo con fuerza los términos de "crisis" y "emergencia climática" en el debate público. Entre 2018 y 2019, Thunberg pronunció una serie de discursos que la definieron ante el mundo, caracterizados por una mezcla de datos científicos irrefutables y una furia moral que sacudió a las audiencias.
- "No sois lo suficientemente maduros para decir las cosas como son" (COP24, 2018). En la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático en Katowice, Polonia, Thunberg acusó directamente a los líderes mundiales de hablar solo de "cuentos de hadas de crecimiento económico eterno" mientras ignoraban más de 30 años de ciencia cristalina. Su argumento era lógico: si las soluciones dentro del sistema son imposibles, "tal vez deberíamos cambiar el sistema en sí mismo".
- "Nuestra casa está en llamas" (Davos, 2019). Su presencia en el Foro Económico Mundial fue una confrontación directa con la élite global. Tras viajar dos días en tren para minimizar su huella de carbono y dormir en una tienda de campaña, se dirigió al poder y le dijo: "Quiero que entréis en pánico". Rechazó las soluciones tecnológicas vacías y las promesas de "cero emisiones netas" que no implicaban recortes radicales e inmediatos en la fuente.
- "¿Cómo os atrevéis?" (Cumbre de Acción Climática de la ONU, 2019). Este discurso fue el clímax emocional de su primer año de activismo. Con la voz quebrada por la rabia, acusó a los líderes mundiales: "Habéis robado mis sueños y mi infancia con vuestras palabras vacías". Mientras los medios se centraban en la crudeza de su enfado, el núcleo de su mensaje era una acusación basada en datos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), advirtiendo que el presupuesto de CO2 restante se agotaría en menos de ocho años y medio a los ritmos de emisión de entonces. Para más información sobre este tema, os dejo este artículo: Ganadería, Lucro y Colapso Climático.
Este período culminó con el máximo nivel de aprobación por parte del establishment. Fue nominada al Premio Nobel de la Paz, se reunió con figuras como el expresidente estadounidense Barack Obama y el Papa, y fue nombrada Persona del Año por la revista Time. Sin embargo, esta aceptación generalizada era, en gran medida, una forma de cooptación. Al celebrar a la mensajera (una joven europea, elocuente y directa), el poder podía desviar la atención de las implicaciones radicales de su mensaje. Los líderes mundiales y las grandes corporaciones le ofrecieron sus plataformas, creando una ilusión de que estaban "escuchando a la juventud". No obstante, la crítica fundamental de Thunberg desde el principio fue sistémica y anticapitalista, como demostraban sus constantes ataques a la obsesión por el "crecimiento económico eterno".
Esta parte de su discurso fue convenientemente ignorada en la primera ola de cobertura mediática, que prefirió centrarse en su juventud, su pasión y su diagnóstico de Asperger. La celebración no era una adhesión a su crítica sistémica, sino una absorción estratégica de su poder simbólico. Permitía a los líderes parecer preocupados sin comprometerse con los cambios económicos radicales que ella exigía.
La Evolución del Mensaje
El giro en el enfoque de Thunberg hacia una perspectiva más amplia de justicia social no fue un cambio abrupto, sino la evolución lógica de su pensamiento. Sus primeros discursos ya contenían una poderosa crítica a un sistema económico basado en el crecimiento infinito y un rechazo a la política partidista tradicional. Esta fue la base intelectual sobre la que construiría su posterior y más explícito discurso anticolonial.
La pandemia de COVID-19 actuó como un punto de inflexión. Al obligar al movimiento climático a abandonar las protestas masivas en las calles, se abrió un espacio para una reflexión táctica y discursiva. Fue durante este período cuando Thunberg comenzó a incorporar de manera más explícita temas que iban más allá de la crisis climática, tejiendo una narrativa de luchas interconectadas.
El núcleo de la maduración política de Thunberg reside en su adopción de la interseccionalidad. Entendió y articuló que la lucha por el clima es inseparable de la lucha por los derechos humanos y contra todas las formas de opresión.
- "No hay justicia climática en tierra ocupada". Este lema se convirtió en la pieza central de su nueva etapa. Sus propias palabras trazan el puente filosófico que conecta sus causas: "No puede haber justicia climática sin justicia social". Esta afirmación no es una simple consigna, sino el resultado de un análisis profundo: el mismo sistema de extracción y explotación que devasta el planeta para obtener beneficios es el que oprime y despoja a los pueblos para mantener el control geopolítico y económico.
- Thunberg comenzó a denunciar un único sistema de opresión subyacente. Conectó explícitamente el sufrimiento del pueblo palestino con el de las poblaciones del Congo, Sudán y Afganistán, argumentando que un movimiento no puede "fingir que se preocupa por el futuro de unas pocas personas mientras ignora el sufrimiento de innumerables personas hoy en día". Su postura se volvió categórica: un activista climático que no lucha contra el colonialismo y la opresión en todo el mundo no puede, en su opinión, llamarse verdaderamente activista climático. Pretender preocuparse por el medio ambiente ignorando el sufrimiento de los pueblos marginados es, en sus propias palabras, un "enfoque extremadamente racista de la justicia".
Su participación en la misión de la Flotilla de la Libertad, con el objetivo de romper el bloqueo israelí sobre Gaza y entregar ayuda humanitaria, fue la encarnación definitiva de esta filosofía evolucionada. Este acto representó un salto cualitativo del discurso a la acción directa, desafiando no solo las políticas de emisiones, sino un bloqueo militar físico. Su justificación fue clara y contundente: "el riesgo de no hacer nada es mucho mayor" que los peligros de la misión. Se trataba de un imperativo moral frente a lo que describió repetidamente como un "genocidio retransmitido en directo".
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| Foto de Nikolas Gannon en Unsplash |
El apoyo de Thunberg a Palestina, por tanto, no es una distracción de su activismo climático, sino su culminación lógica y necesaria. Expone la superficialidad de cualquier ecologismo que pretenda ignorar los derechos humanos y las estructuras de poder geopolítico. Para ella, luchar contra el bloqueo de Gaza y luchar contra los subsidios a los combustibles fósiles son dos frentes de la misma guerra. La incapacidad o la falta de voluntad de los medios de comunicación para comprender esta conexión, presentándola como un "giro controvertido", revela más sobre sus propias limitaciones ideológicas que sobre un supuesto cambio en la coherencia de Thunberg. Para más información acerca de la causa palestina, os dejo este artículo: El Asedio a Palestina.
El Silenciamiento
La tesis central de la desaparición de Greta Thunberg de los grandes titulares es simple: a medida que su mensaje se radicalizó, la actitud de los medios de comunicación corporativos pasó de la adulación a la marginación y, finalmente, a la hostilidad. Hoy solo aparece cuando es detenida y sus discursos e ideas ya no ocupan titulares. La activista que antes era invitada a los foros más importantes del mundo ahora es relegada a breves clips donde la policía la arrastra fuera de una protesta.
El catalizador principal de este cambio fue su apoyo inequívoco y vocal a la causa palestina. Su uso de la palabra "genocidio" para describir las acciones de Israel en Gaza y su participación directa en la Flotilla de la Libertad cruzaron una línea roja no escrita para los activistas "aceptables" en el discurso occidental. La consecuencia fue una censura y eliminación digital casi inmediata. Este silenciamiento no fue meramente pasivo; se manifestó en acciones institucionales concretas que demuestran la magnitud de la reacción.
- Ministerio de Educación de Israel. La prueba más contundente fue la decisión del gobierno israelí de eliminar todas las referencias a Thunberg como modelo de estudio de su currículum escolar. En un comunicado oficial, el ministerio afirmó que la postura de Thunberg la "descalificaba" para representar fuerzas de cambio positivo, una admisión explícita de que su activismo se había vuelto políticamente inaceptable.
- Críticas en Europa. La reacción no se limitó a Israel. En Alemania, una de las cunas del movimiento Fridays for Future, Thunberg fue duramente criticada por algunos grupos por su postura pro-palestina, lo que indica una fractura dentro del propio movimiento ecologista europeo y una presión para que se mantuviera alejada de temas considerados "demasiado políticos".
- El tono de la cobertura cambió drásticamente. El gobierno israelí desestimó su misión en la Flotilla como una mera "provocación mediática" y un "truco publicitario". La misma sinceridad que antes era celebrada como una virtud ahora era presentada como ingenuidad o, peor aún, como una manipulación malintencionada.
El establishment, que incluye tanto a los gobiernos como a los medios de comunicación corporativos, tiene un molde para el "buen activista": monotemático, reformista y, en última instancia, dispuesto a trabajar dentro de los confines del sistema. Greta Thunberg rompió ese molde. Al vincular la crisis climática con las estructuras fundamentales del capitalismo y el colonialismo, se volvió ingobernable y, por lo tanto, debía ser silenciada o desacreditada.
La Máquina del Odio
Más allá del silencio de los medios tradicionales, Greta Thunberg se ha enfrentado a una campaña de odio activa, organizada y bien financiada, diseñada no para debatir sus ideas, sino para aniquilar su credibilidad. Los principales antagonistas políticos de esta campaña son los partidos de extrema derecha de Europa, como el Rassemblement National (RN) en Francia, Alternativa para Alemania (AfD) y el UKIP en el Reino Unido. Estas formaciones políticas, que a menudo promueven el nacionalismo y el escepticismo climático, han sido la punta de lanza de los ataques verbales y de la desinformación.
Detrás de estos partidos se encuentra una red de think tanks conservadores que proporcionan la munición ideológica y retórica. Organizaciones como el Instituto Europeo para el Clima y la Energía (EIKE) en Alemania y el Comité por un Mañana Constructivo (CFACT-Europe) son los principales arquitectos de la narrativa negacionista. Estas entidades no son grupos de debate independientes; están directamente vinculadas a sus homólogos estadounidenses, como CFACT-US y el tristemente célebre Heartland Institute, una organización que, según The Economist, es el "think tank más prominente del mundo que promueve el escepticismo sobre el cambio climático provocado por el hombre". El Heartland Institute perfeccionó sus tácticas en la década de 1990, cuando trabajó para gigantes del tabaco como Philip Morris para negar la relación entre el tabaquismo y el cáncer.
La conexión más reveladora es la financiera. La campaña de odio contra Thunberg no es un movimiento popular espontáneo; es una operación financiada por algunos de los intereses económicos más poderosos del planeta. Las investigaciones han rastreado la financiación de estos think tanks hasta los gigantes de la industria de los combustibles fósiles y la clase de donantes ultraconservadores. Nombres como ExxonMobil, la familia Koch (la segunda familia más rica de Estados Unidos, con un imperio en el petróleo) y la familia Mercer (una de las principales financiadoras de la campaña de Donald Trump) aparecen como los patrocinadores de la maquinaria negacionista que ataca a Thunberg. Esto establece un vínculo directo e irrefutable: los ataques a Greta Thunberg son una defensa de los beneficios del sistema capitalista fósil que ella denuncia.
Los ataques no son argumentos de buena fe, sino críticas diseñadas para destruir a la mensajera. Las tácticas siguen patrones claros y repetitivos:
- Capacitismo. Utilizar su diagnóstico de síndrome de Asperger, del que ella ha hablado abiertamente, para cuestionar su capacidad mental y presentarla como una persona inestable o manipulada.
- Misoginia. Emplear un lenguaje y unas imágenes sexualizadas y degradantes, una táctica común para deshumanizar a las mujeres con poder e influencia.
- Teorías de la Conspiración. La narrativa más persistente es que ella no es una activista genuina, sino una "marioneta" o un "títere". Se la acusa de ser controlada por sus padres, por oscuros intereses empresariales, o, en una de las teorías más extendidas, de ser un peón del financiero George Soros y de un supuesto "complejo industrial climático".
- Falsa Asociación. Vincularla con movimientos como Antifa (movimiento designado recientemente como grupo terrorista en Estados Unidos) para pintarla como una extremista peligrosa.
Para quienes intentan desacreditar el discurso de Greta Thunberg utilizando el patrimonio de sus padres como argumento, es fundamental que entiendan lo siguiente:
- Es una falacia ad hominem. Criticar su origen familiar en lugar de debatir sus argumentos es una táctica de manual conocida como falacia ad hominem (ataque a la persona). El foco se desvía intencionadamente de los datos sobre la crisis climática o la situación humanitaria en Gaza para centrarse en un aspecto irrelevante. La validez de los hechos científicos y las emergencias humanitarias no depende de la situación económica de quien los expone.
- El privilegio como catalizador, no como invalidación. El hecho de que sus padres (una cantante de ópera y un actor) tengan recursos no invalida su mensaje, sino que ha actuado como un catalizador. Le ha proporcionado los medios para dedicarse por completo al activismo y amplificar su voz a nivel global. El privilegio no anula la veracidad de una causa; en este caso, simplemente elimina las barreras económicas que, lamentablemente, silencian a muchos otros activistas.
- Coherencia y un alto coste personal. Independientemente de su origen, el activismo de Thunberg implica un considerable sacrificio personal que a menudo se ignora. Ha pausado su educación, se enfrenta a un acoso sistemático y vive bajo un escrutinio mediático implacable. Además, su coherencia se demuestra en acciones concretas: la decisión familiar de renunciar a los viajes en avión es un sacrificio material que contradice directamente la narrativa de un privilegio usado sin conciencia.
El objetivo de esta campaña no es ganar un debate sobre la ciencia del clima. Es una operación estratégica y financiada por intereses creados para neutralizar a una oponente política formidable cuyo mensaje amenaza directamente sus beneficios e ideología. Es un caso de estudio de la propaganda moderna en internet, cuyo propósito no es ganar el argumento, sino inundar el espacio informativo con tanta toxicidad, duda y polarización que el debate matizado se vuelve imposible. La victoria se busca a través del agotamiento y la contaminación del discurso público, con la esperanza de que los ciudadanos moderados simplemente se desconecten.
Desmontando las Mentiras
La intensidad y persistencia de la campaña de desinformación contra Greta Thunberg son, en sí mismas, una medida de su impacto. Entre los bulos más conocidos, tenemos:
- El Mito de la "Nieta de Soros". Circula una fotografía que supuestamente muestra a Thunberg junto al multimillonario George Soros. Es un fotomontaje. La foto original, publicada por la propia Thunberg, es con el exvicepresidente de Estados Unidos y activista climático Al Gore.
- "Fin de la Humanidad en 2023". Se tergiversa un tuit borrado de 2018 para afirmar que Thunberg predijo el fin del mundo en cinco años. En realidad, citaba un artículo sobre el llamado de un científico a eliminar los combustibles fósiles en un plazo de cinco años para evitar puntos de inflexión catastróficos. La fuente original nunca mencionó el "fin de la humanidad".
- Contra la Vacunación de Personas Sanas. Se difundió el bulo de que Thunberg exigió a la OMS y a los países ricos que dejaran de vacunar a las personas sanas contra la COVID-19. Es completamente falso; no existe ningún registro de que haya hecho tal declaración.
- Basura en el Festival de Glastonbury. Una foto de un campo cubierto de basura se comparte tras su discurso en el festival de Glastonbury en 2022 para insinuar que sus seguidores son hipócritas. La foto es real, pero fue tomada en 2015, siete años antes de que ella asistiera al festival.
- Disparando un Arma. Un vídeo de una joven disparando un arma de fuego se atribuye falsamente a Thunberg. La persona en el vídeo es otra mujer sueca que lo publicó en sus propias redes sociales.
- El Arresto de Andrew Tate. Se afirmó que una caja de pizza en un vídeo en el que se burlaba de Thunberg ayudó a la policía rumana a localizar y arrestar a Andrew Tate. Las autoridades rumanas confirmaron a los verificadores que el arresto estaba planeado independientemente de sus publicaciones en redes sociales.
Un análisis de estos y otros bulos revela patrones claros. Las tácticas recurrentes son la misoginia, las teorías de conspiración, los intentos de deslegitimar a sus seguidores y la fabricación de citas para hacerla parecer extremista o ridícula. Esto refuerza la conclusión del apartado anterior: no se trata de mentiras aleatorias, sino de narrativas estratégicas diseñadas para erosionar su autoridad moral y su base de apoyo.
Una Voz Insobornable
La trayectoria de Greta Thunberg es, como hemos visto, una historia sobre el poder y los límites de la disidencia aceptable en el siglo XXI. Los esfuerzos concertados para silenciarla, ignorarla y difamarla no son una prueba de su fracaso, sino la evidencia más convincente de su eficacia. Un sistema no gasta tantos recursos en atacar a alguien que considera irrelevante.
Su negativa a disociar la crisis climática de la ocupación de Palestina, el neocolonialismo en África o la injusticia social en todo el mundo no es una debilidad ni una distracción; es su contribución más profunda y duradera. Ha demostrado que el ecologismo que no es también antirracista, anticolonial y anticapitalista es, en el mejor de los casos, una solución parcial y, en el peor, una forma de complicidad.
Defender a Greta Thunberg trasciende la mera defensa de una figura pública. Ella no es solo un símbolo, es un ultimátum. La supervivencia de la humanidad es incompatible con un sistema que prioriza el beneficio sobre la justicia social. Su voz, que el poder corporativo intenta apagar con mentiras y ataques personales, es el recordatorio constante de que la lucha por el futuro no es una petición sin más, sino una toma de poder radical, que exige el desmantelamiento total de todo el sistema capitalista en su conjunto.
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