El "Descubrimiento" de América: Conquista, Colonización y Genocidio

La narrativa tradicional sobre la llegada de Cristóbal Colón a América en 1492 a menudo se ha enmarcado en términos de "descubrimiento". Esta perspectiva, sin embargo, es profundamente eurocéntrica, ya que ignora la existencia de civilizaciones y culturas que habitaban el continente desde hacía milenios. Los términos "descubrimiento" y "encuentro idílico" han sido ampliamente criticados por cientos de historiadores, dado que la realidad que siguió fue un genocidio que desencadenó un proceso de profunda transformación y destrucción en las sociedades americanas. El evento de 1492 no fue un acto fortuito, fue el inicio de una invasión y un acto de violencia cuyas repercusiones resuenan hasta el día de hoy. 

Motivaciones de la Invasión

Las expediciones de Colón y la subsiguiente colonización no fueron impulsadas por el altruismo o por una simple curiosidad científica, sino por una compleja red de intereses económicos, geopolíticos y militares. El contexto del siglo XV en Europa estaba marcado por la intensa rivalidad por el control del Atlántico entre los distintos reinos, y la necesidad urgente de encontrar una ruta comercial directa hacia Cathay (China) e India para acceder a bienes de lujo como especias e incienso. La caída del Imperio bizantino y el bloqueo otomano de la Ruta de la Seda dificultaron el comercio con Oriente, lo que convirtió la búsqueda de nuevas rutas en una prioridad estratégica para reinos como España.   

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Las motivaciones de los conquistadores individuales reflejaban esta misma lógica extractivista. Las aspiraciones de la Corona, que buscaba extender su propia influencia, se alineaban con la codicia y las aspiraciones señoriales de los soldados. La Reina Isabel de Castilla financió el segundo viaje de Colón con el objetivo explícito de "asentar el dominio español sobre los territorios descubiertos y continuar camino hacia China e India". De hecho, la aceptación de la propuesta de Colón se vio facilitada por la existencia de un excedente de soldados hambrientos de gloria forjados en la reconquista, listos para un nuevo proyecto expansionista. En este sentido, la evangelización y el servicio del Rey actuaron como justificaciones ideológicas para una empresa que, en su esencia, era militar y económica. La violencia de la conquista, por lo tanto, no fue una anomalía, sino una característica inherente a sus motivaciones fundacionales.   

El Choque de Civilizaciones 

El primer contacto y la posterior conquista constituyeron un choque de civilizaciones que desestructuró el mundo de los pueblos originarios. La superioridad técnica de los conquistadores, con armas de fuego, cañones y caballos, fue un factor determinante. No obstante, el éxito de la conquista no puede entenderse sin la profunda deshumanización que la legitimó. Los escritos de Cristóbal Colón demuestran que la base del sometimiento no fue solo la fuerza militar, sino una visión de los indígenas como seres inferiores. La noción de Colón de que los pueblos que encontró eran "gente sin secta" no significaba que fueran ateos, sino que carecían de una religión y, por lo tanto, no eran percibidos como seres plenamente humanos. Esta premisa teológica y existencial de la conquista permitió a los invasores ejercer una dominación europea y justificar el sometimiento de los pueblos amerindios a un orden militar, político, religioso y cultural occidental. La violencia no fue un simple resultado del encuentro, sino su misma premisa. El proceso de deshumanización fue la condición de posibilidad para el genocidio que se desarrolló a continuación.

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La tesis del genocidio se sustenta en una evidencia histórica y demográfica innegable: el colapso de las poblaciones indígenas en América. La llegada de los europeos desató una catástrofe ecológica y demográfica de una magnitud sin precedentes. En menos de un siglo, desaparecieron de su propio mapa varias decenas de millones de habitantes indígenas. La población caribe y arawak, por ejemplo, se redujo en un 90% en solo veinte años tras la llegada de Colón. En el Imperio Mexica, la población de unos 11 millones de habitantes antes de 1519 se desplomó a 1,5 millones para mediados del siglo XVII, lo que representa una pérdida de casi el 90% en un siglo. Aunque las cifras exactas de la población precolombina son objeto de debate entre los historiadores, con estimaciones que varían de 13 millones a más de 80 millones, la magnitud del desastre demográfico es incuestionable.  

El Principal Agente de Muerte

El principal factor de mortandad no fueron las armas, sino las enfermedades. Se considera materialmente imposible que las armas mataran más que las enfermedades y otros factores asociados. Las poblaciones indígenas, que habían evolucionado aisladas del continente euroasiático-africano durante milenios, carecían de inmunidad a patógenos como la viruela, el sarampión y la gripe. Estos virus se convirtieron en un perfecto aliado para los conquistadores, actuando como una "patología del viajero y del inmigrante" que se diseminó con una velocidad letal. Las epidemias llegaron en oleadas, diezmando a las poblaciones antes incluso de que los conquistadores llegaran a los imperios. La primera oleada de gripe se registró en el segundo viaje de Colón en 1493 , y la viruela, que llegó en 1518, se extendió hasta el Imperio Inca antes de la llegada de Pizarro, debilitándolo fatalmente. La evidencia sugiere que, si bien la introducción de patógenos fue en gran medida "involuntaria, no intencionada" por parte de los españoles, el resultado fue el mismo: una aniquilación masiva de vidas.

La Violencia Directa

Además de las enfermedades, la violencia directa fue un componente significativo de la conquista. Los relatos de masacres, como la de Cholula, y el uso de perros de caza y armas de fuego, demuestran la brutalidad de la empresa militar. Sin embargo, el genocidio no solo fue físico; fue también psicológico y cultural. El trauma de la conquista desintegró la cosmovisión de los pueblos originarios, que vieron a sus dioses y estructuras de poder derrotadas. Esto resultó en un desgano vital que se manifestó en una drástica caída de la fertilidad, abortos e infanticidios y dramáticos suicidios colectivos. Este colapso espiritual y psicológico demuestra que el genocidio fue el resultado de la combinación de la brutalidad militar, la devastación biológica y la desintegración cultural.

El genocidio no fue una simple intención, sino una consecuencia estructural del sistema colonial. La brutalidad, la explotación laboral a través de instituciones como la encomienda y la mita, y el colapso cultural y biológico actuaron en conjunto para producir un resultado genocida, independientemente de la intención. Este colapso demográfico tuvo además un impacto catastrófico en el medio ambiente del continente. El abandono de 56 millones de hectáreas de tierras de cultivo, un área similar a la de Francia, permitió la proliferación descontrolada del ganado europeo, lo que provocó una erosión del suelo y una aniquilación de la biodiversidad. El expolio, por lo tanto, no se limitó a los metales preciosos; fue un saqueo de la base misma de la vida indígena. La ecología del continente fue transformada radicalmente para servir a los intereses de la metrópoli.

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La Leyenda Negra

El concepto de la "Leyenda Negra" se refiere a una narrativa propagandística que, a partir del siglo XVI, pintó a España como una nación "intolerante, ignorante, fanática, incapaz de figurar entre los pueblos cultos, lo mismo ahora que antes, dispuesta siempre a las represiones violentas; enemiga del progreso y de las innovaciones". Este discurso se desarrolló en un contexto de intensa rivalidad política, económica y religiosa en Europa y fue impulsado principalmente por los rivales de España, como los Países Bajos, Inglaterra y Francia.

La obra de Bartolomé de las Casas, Brevísima relación de la destrucción de las Indias, se convirtió en una de las principales fuentes de esta propaganda. Si bien es cierto que los enemigos de España utilizaron su obra con fines propagandísticos, y que incluso "mutilaron" e "interpolararon" pasajes para magnificar los crímenes, esto no invalida el fondo de su denuncia.

El padre de las Casas no buscaba dañar a su patria, sino que fue testigo y participante de la catástrofe demográfica que condujo a la desaparición de los taínos, los guanahatabeyes y los caribes. Su objetivo era denunciar las injusticias y crímenes cometidos contra los nativos y una horrenda serie de crímenes inauditos para provocar una reforma. La efectividad de la propaganda antihispánica radicó precisamente en que se basaba en verdades exageradas y en hechos concretos. Desmitificar la Leyenda Negra no implica negar los crímenes, sino entender que la brutalidad del sistema colonial español fue tan evidente que se convirtió en la base de la propaganda de sus rivales.

El Día de la Hispanidad

La conmemoración del 12 de octubre en España como "Día de la Hispanidad" tiene sus orígenes en el cuarto centenario de la llegada de Colón en 1892. Su objetivo era celebrar la expansión cultural y lingüística de España, marcando el inicio de un nuevo periodo histórico. Esta fecha se consolidó como una Fiesta Nacional que, en su origen, se celebraba como el "Día de la Raza".

En América Latina, sin embargo, el 12 de octubre es una fecha de dolor y memoria, un punto de debate y una reflexión sobre las consecuencias del colonialismo. Países como Venezuela han renombrado la fecha como "Día de la Resistencia Indígena" para subrayar la lucha de los pueblos originarios por sus derechos y territorios. El presidente venezolano Nicolás Maduro ha llegado a afirmar que la fecha simboliza el genocidio en América. 

La glorificación de la "obra magnífica civilizatoria" por parte de algunos sectores españoles y latinoamericanos ignora la violencia y el genocidio que la acompañaron. La lucha por renombrar el 12 de octubre es, en realidad, una lucha contra la homogeneización cultural y la violencia sutil que continúan sufriendo los pueblos indígenas. El debate no se centra únicamente en la antigua metrópoli, sino también en las violencias internas de los estados latinoamericanos. Como señalan líderes indígenas, el enfrentamiento importante no es solo con España, sino con las élites locales y la clase política donde persisten y se irrespetan constantemente los derechos de las poblaciones indígenas. La deuda histórica, por lo tanto, es tanto con la metrópoli como con las estructuras de poder que han continuado su legado de expolio.

La Herencia Económica del Expolio

El legado más tangible y doloroso del colonialismo es la persistencia de la pobreza y la desigualdad en América Latina. El sistema económico colonial fue diseñado con un único propósito: enriquecer a la metrópoli. La economía se estructuró en torno a actividades de tipo extractivo como la minería, el control comercial y la agricultura de monocultivos. Este modelo se caracterizó por un monopolio comercial que favorece el enriquecimiento de la metrópoli y limita las capacidades productivas de los territorios colonizados. La inversión en desarrollo e infraestructura fue muy limitada y se centró en proyectos destinados a facilitar la extracción de recursos. 

Para llevar a cabo este modelo extractivo, los conquistadores impusieron sistemas de trabajo forzado. La encomienda fue una institución creada para "recompensar a los conquistadores españoles" y "aprovechar el trabajo de los indígenas". El dominico Bartolomé de las Casas criticó esta práctica por tratar a los indígenas como si fuesen esclavos. Por su parte, la mita era un reclutamiento forzoso destinado a proporcionar mano de obra para las minas, las iglesias y las obras públicas. Estos sistemas de servidumbre fueron la base de la economía colonial y sentaron las bases para una discriminación étnica, la dependencia política, la inferioridad social, la segregación residencial, la sujeción económica y la incapacidad jurídica.

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La pobreza de América Latina no es una coincidencia, sino la herencia del colonialismo. El sistema colonial desestructuró las economías locales y las forzó a integrarse en un sistema de dependencia. Este modelo de extracción, que se convirtió en un colonialismo interno, se manifiesta hoy en día en la dependencia de las economías latinoamericanas de la exportación de materias primas y en una desigualdad muy superior a la de la media mundial. La falta de inversión en desarrollo local y la creación de una burguesía consular subordinada a los intereses extranjeros han perpetuado un ciclo de dependencia económica. La violencia abusiva del sistema económico colonial se expresa hoy en las estadísticas. El informe de la CEPAL de 2022 confirma que la pobreza en América Latina ha vuelto a los niveles prepandemia, mientras que Oxfam señala que la riqueza del 1% más rico del norte global ha crecido exponencialmente. La paradoja de que la región más rica en recursos sea una de las más pobres en población se explica por el modelo de "tasa de extracción de desigualdad" impuesto por la colonia. El legado es claro: la riqueza fue extraída y canalizada hacia las metrópolis, y los sistemas de trabajo forzado y despojo crearon estructuras de poder y acumulación que siguen concentrando el capital en manos de unos pocos, mientras la mayoría lucha contra la pobreza.

Reflexiones Finales

El análisis histórico y contemporáneo de los eventos que siguieron a 1492 refuta la narrativa de un "descubrimiento" y revela la existencia de un genocidio fundacional. Este genocidio no fue solo el resultado de masacres o de la intención de exterminar, sino de una combinación letal de brutalidad militar, colapso demográfico inducido por enfermedades, y un trauma cultural y psicológico. La Leyenda Negra, aunque con fines propagandísticos, se construyó sobre la verdad innegable de esta brutalidad.

La celebración en España y en algunos países de América Latina ignora el grito de resistencia de los pueblos originarios, que ven en la fecha la conmemoración de una humillación y el inicio de un proceso de violencia que aún no ha terminado. Este debate es un síntoma de un racismo y una discriminación que siguen latentes en las sociedades contemporáneas.

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Por último, es obligatorio recalcar de nuevo que la pobreza de América Latina no es un fenómeno moderno sin causa. Es la herencia directa del modelo económico colonial, un sistema de dependencia y extracción que se nutrió de la explotación de los recursos y la mano de obra barata. Las estructuras de poder y desigualdad creadas hace más de 500 años persisten, manifestándose en la dependencia económica, la concentración de la riqueza en unas pocas manos y un colonialismo interno que sigue negando los derechos de los pueblos indígenas. Por lo tanto, el reconocimiento de este genocidio y la reparación de estas estructuras no son solo un acto de memoria, sino una lucha continua por la justicia y el bienestar de los pueblos de América Latina.