Prostitución: Prohibicionismo, Regulacionismo y Abolicionismo

La prostitución ha generado una de las mayores fracturas en el feminismo contemporáneo. Este debate no se limita a una simple dicotomía moral, sino que se articula en torno a una pregunta fundamental: ¿es la prostitución una expresión de la libre elección y la autonomía individual, o una manifestación intrínseca de la opresión patriarcal, de clase y de raza?

Hoy os demostraré por qué el abolicionismo es la única postura que responde de manera coherente a los principios fundamentales del feminismo: la lucha contra la explotación y la opresión sistémica para lograr una verdadera igualdad de género.

Manifestación en Madrid por la atención a las víctimas de la prostitución. EUROPA PRESS.

El Prohibicionismo de la Ultraderecha: Moral, Control y Castigo

El prohibicionismo considera la prostitución un delito y un pecado que atenta contra las nociones de la familia occidental y cristiana. Sus argumentos tienen un fuerte contenido religioso y punitivo, buscando la erradicación total de la actividad mediante la criminalización de todos los actores, incluyendo a la persona que la ejerce. La ultraderecha no ve a la mujer en situación de prostitución como una víctima, sino como una figura "inmoral" y "despreciable" que debe ser castigada por no respetar las normas sociales de recato, monogamia y fidelidad.

El enfoque de la ultraderecha en la prostitución es coherente con su ideología más amplia, que se caracteriza por la defensa de jerarquías tradicionales, incluyendo el patriarcado y la dominación económica. El prohibicionismo no se basa en un análisis estructural de la prostitución en términos de desigualdad de género, clase o raza, sino en nociones de pecado y moral. En este sentido, la persecución y criminalización de la mujer en situación de prostitución por parte de la ultraderecha es una táctica para reforzar el control social sobre la sexualidad femenina. No se busca la emancipación de la mujer, sino el castigo de quienes se desvían de la norma, reafirmando así las estructuras de poder existentes.

Este modelo se diferencia radicalmente del abolicionismo feminista. Mientras el prohibicionismo demoniza y castiga a la mujer, el abolicionismo la protege, la considera una víctima de un sistema de explotación patriarcal y mercantil, y busca ofrecerle salidas dignas. Por lo tanto, el prohibicionismo, lejos de ser una solución, es una herramienta para mantener el orden patriarcal y la dominación, demostrando que sus intereses no están alineados con la liberación de las mujeres, sino con el control de sus cuerpos y su sexualidad.

El Regulacionismo: La Falacia de la "Libre Elección"

El regulacionismo defiende la "autonomía" y la "libre elección" de las mujeres. Sus partidarias argumentan que la prostitución debe ser normalizada como un "trabajo más". Critican a las abolicionistas por ser "paternalistas" y "clasistas" al asumir que las mujeres en esta situación son "víctimas prefabricadas" incapaces de tomar decisiones por sí mismas. El argumento central de esta postura es que el consentimiento es posible en la prostitución y que el principal problema no es la actividad en sí misma, sino el estigma y las condiciones de la clandestinidad.

Sin embargo, esta premisa ignora el contexto de opresión estructural en el que la prostitución se desarrolla. La supuesta "libre elección" es un mito desmantelado por muchísimas feministas abolicionistas (Ana de Miguel, Neoliberalismo sexual: El mito de la libre elección), quienes señalan que la prostitución no es una decisión consciente para la mayoría, sino una respuesta a la precariedad y la falta de oportunidades. La evidencia demuestra que las mujeres de las clases socioeconómicas más bajas, empobrecidas y de grupos étnicos desfavorecidos, están sobrerrepresentadas en la prostitución a nivel mundial, lo que demuestra que el poder económico funciona como una forma de coerción y no como un ejercicio de libertad. Como lo expresó la teórica Kathleen Barry, el consentimiento no es una medida fiable de libertad en un contexto de opresión, ya que incluso en la esclavitud existía una forma de "consentimiento" definida por la incapacidad de ver una alternativa. La defensa de la "agencia" individual sin un análisis de las condiciones materiales y estructurales que la limitan es una justificación de la explotación que se alinea con una lógica neoliberal. El debate, por lo tanto, no debe centrarse en la supuesta libertad individual, sino en la violencia y la desigualdad que la institución de la prostitución perpetúa.

Neoliberalismo sexual: El mito de la libre elección. / Ana de Miguel

Los resultados de los modelos regulacionistas en la práctica, como los de Alemania y los Países Bajos, demuestran que, lejos de empoderar a las mujeres, han formalizado una industria para el beneficio de los proxenetas y burdeles. A pesar de la promesa de otorgar derechos laborales y seguridad social, la realidad es que en Alemania, después de la ley de 2002, la gran mayoría de las mujeres (72,8%) sigue trabajando por cuenta propia y no ha obtenido contratos laborales ni afiliación a la seguridad social. La ley ha formalizado a los dueños de burdeles como "empresarios" que pueden operar legalmente y, al mismo tiempo, evadir responsabilidades laborales, lo que beneficia a la industria, no a las personas que ejercen la prostitución. Además, la legalización ha fomentado la industria, lo que, en contra de su objetivo declarado, ha potenciado la trata de personas. Al camuflar la explotación bajo el manto de la "legalidad," la regulación dificulta la persecución de los crímenes de trata. El hecho de que los Países Bajos, un país con un modelo regulacionista, siga siendo clasificado como un país de "Nivel 1" para la trata de personas por el Departamento de Estado de Estados Unidos es un indicio de este fracaso.

El Abolicionismo: Una Vía para la Emancipación y la Igualdad

El abolicionismo feminista es una teoría crítica que sostiene que la prostitución es una institución de explotación y dominación masculina sobre las mujeres, resultado de un orden patriarcal, clasista y racista. La meta del abolicionismo no es regular la opresión, sino erradicarla por completo. Este enfoque se basa en la interseccionalidad, una teoría que reconoce cómo el género se vincula con otras categorías de opresión como la clase, la raza y la orientación sexual. Esta perspectiva permite entender por qué las mujeres empobrecidas, racializadas y migrantes están sobrerrepresentadas en la prostitución. No es por "libre elección", sino por las profundas desigualdades sociales derivadas del capitalismo que las empujan a esta situación.

Un ejemplo práctico de la implementación del abolicionismo es el Modelo Nórdico, introducido en Suecia en 1999. Este modelo criminaliza la compra de sexo y el proxenetismo, pero no a la persona en situación de prostitución, a la que trata como víctima de violencia de género y le ofrece vías de salida. La premisa fundamental de este modelo es que "sin cliente no hay putas". Sus resultados han demostrado la efectividad de este enfoque. Por ejemplo, se ha logrado una reducción drástica de la prostitución callejera y del número de clientes, lo que ha hecho de Suecia un mercado menos favorable para los traficantes de personas. El modelo va acompañado de políticas de apoyo social integral, que incluyen asistencia psicológica, vivienda, formación y una renta mínima de reinserción, proporcionando así salidas dignas y reales a las mujeres.

Las principales críticas que se le hacen al modelo abolicionista, a menudo por parte de las regulacionistas, argumentan que la ley ha aumentado el peligro y el estigma, empujando a las mujeres a la clandestinidad y alejándolas de los servicios de salud. Sin embargo, esta afirmación es cuestionable. Para las abolicionistas, el estigma es un problema social que debe ser combatido, pero la violencia inherente a la prostitución es el problema principal. La policía sueca afirma no perseguir a la mujer, y el sistema de apoyo ha resultado en que más mujeres busquen ayuda, un signo positivo de que las políticas están funcionando. El argumento del estigma se utiliza mucho por el regulacionismo para desviar la atención de la violencia estructural que la prostitución perpetúa.

Propuestas

Creo que ha quedado más que claro que el prohibicionismo y el regulacionismo son enfoques erróneos para abordar la prostitución desde una perspectiva feminista. El prohibicionismo, en su moralismo, criminaliza a la mujer, reafirma el control patriarcal y no soluciona la raíz del problema. Por su parte, el regulacionismo, a pesar de su retórica sobre la "libertad" y los "derechos", formaliza la explotación, no otorga una protección real a las personas que la ejercen y, al validar la demanda, potencia la industria y la trata de personas. La falacia de la "libre elección" esconde una cruda realidad de precariedad y opresión sistémica.

El abolicionismo, por el contrario, es el único camino coherente con la lucha feminista por la igualdad. No solo rechaza la criminalización de la mujer, sino que la identifica como víctima de un sistema y dirige su acción a los verdaderos perpetuadores de la explotación: los clientes y los proxenetas. La evidencia del Modelo Nórdico demuestra que la abolición no es una utopía, sino un objetivo factible que ha logrado reducir la demanda, desmantelar el crimen organizado y ofrecer alternativas dignas para la vida de las mujeres.

Para lograr una verdadera abolición, se requiere una política integral que vaya más allá de la criminalización de la demanda. Es imperativo que las políticas públicas:

  • Criminalicen la demanda. El enfoque principal debe ser el cliente, como lo demuestra el Modelo Nórdico. La reducción de la demanda es la clave para la erradicación de la industria.
  • Ofrezcan salidas dignas. Se deben proveer los recursos económicos, de vivienda, de formación profesional y de salud mental necesarios para que las mujeres tengan una vida fuera de la prostitución.
  • Luchen contra la desigualdad estructural. La erradicación total de la prostitución no será posible sin abordar las desigualdades socioeconómicas, raciales y de género que empujan a las mujeres a esta situación. No se trata solo de castigar la explotación individual, sino de transformar las condiciones que la hacen inevitable: la precariedad laboral, la falta de acceso a vivienda digna, la discriminación sistemática y la violencia estructural. Todas estas injusticias están entrelazadas con el funcionamiento del capitalismo, un sistema que concentra riqueza y poder en manos de unos pocos mientras condena a millones a la supervivencia precaria. Para acabar verdaderamente con la prostitución y garantizar una sociedad justa, debemos abolir el capitalismo y construir un modelo económico socialista basado en la igualdad, la solidaridad y la dignidad de todas las personas.

En conclusión, el horizonte abolicionista es el único camino que se alinea con los principios de un feminismo que busca la libertad, la dignidad y la igualdad real para todas las mujeres, reconociendo que la única diferencia entre un putero y un violador es un billete y negándose a aceptar que el cuerpo de una persona pueda ser objeto de comercio y explotación.

"La prostitución no es el oficio más antiguo del mundo, sino la esclavitud más antigua y grande de la historia." ~ Amelia Tiganus