Desmontando los Mitos del Comunismo
La cifra de los cien millones de muertos es la principal crítica anticomunista. Sin embargo, si examinas minuciosamente su origen y metodología comprobarás que es una construcción política, no un consenso académico, cuyo propósito es simplificar la historia para condenar una ideología en su totalidad.
La narrativa de las "cien millones de víctimas del comunismo" se origina en la introducción de El libro negro del comunismo: crímenes, terror y represión, publicado en 1997.
Sin embargo, hay una cosa que la mayor parte de la gente que cita este libro no sabe. Tres de los cuatro autores principales de El libro negro del comunismo se distanciaron públicamente de la versión final y de la cifra total.
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Foto de Moises Gonzalez |
- “El comunismo es el sistema que más ha matado en la historia”.
Falso. Se suele comparar el número de muertos en estados socialistas como la Unión Soviética o China con los de guerras, hambrunas o políticas coloniales en sistemas capitalistas. El problema de esta afirmación es que muchas de las muertes atribuidas al comunismo ocurrieron en contextos de guerra civil, invasiones extranjeras o sabotajes internos y externos. Por ejemplo, la hambruna en Ucrania (Holodomor) fue utilizada por la propaganda occidental para demonizar a la URSS, ignorando los factores de guerra, el secuestro de grano por potencias extranjeras y los sabotajes internos. Además, las guerras coloniales, las hambrunas inducidas por la explotación y las crisis económicas que causaron millones de muertes en el mundo colonial y en el capitalismo industrial (como la hambruna irlandesa del siglo XIX o la desnutrición estructural en África y América Latina) no se contabilizan como muertes por capitalismo, a pesar de que son consecuencia directa de su lógica de acumulación de capital.
- “El comunismo destruye la libertad individual”.
Falso. El comunismo no significa uniformidad ni represión por definición. La confusión surge porque ciertos regímenes autoritarios se autodenominaron comunistas sin implementar la democracia obrera genuina que Marx y Engels defendían. La verdadera libertad, según Marx, no es la libertad formal de comprar y vender mercancías, sino la libertad material: acceso a educación, salud, vivienda y trabajo digno. La propaganda liberal convierte la defensa de derechos colectivos en “represión”, mientras oculta la opresión estructural del capitalismo: desempleo, explotación laboral y precariedad crónica.
- “Un comunista con iPhone”.
Falso. El comunismo no prohíbe la tecnología ni el acceso a bienes: cuestiona quién se beneficia de ellos. Si un comunista tiene un iPhone, no contradice su ideología, lo importante es cómo se organiza la producción y distribución de esa tecnología. Un comunista puede disfrutar de bienes de consumo, siempre que no defienda la explotación laboral ni la apropiación privada de los medios de producción como fin último. Criticar la desigualdad en la producción de esos bienes es coherente con el comunismo, no incompatible con su uso.
- “El comunismo fracasó siempre”.
Falso. El fracaso de ciertos estados autodenominados comunistas no demuestra la inviabilidad del comunismo como proyecto. Muchos experimentos socialistas enfrentaron sabotajes internos, invasiones extranjeras, aislamiento económico y boicots sistemáticos por parte de potencias capitalistas. La URSS, Cuba o Vietnam lograron mejoras significativas en educación, salud y empleo, aunque la propaganda occidental pintara solo el “fracaso económico”. Además, el comunismo no se reduce a gobiernos estatales: la experiencia histórica de movimientos obreros, cooperativas y sindicatos demuestra que las bases de una sociedad comunista existen en la praxis cotidiana.
- “El comunismo elimina la iniciativa individual”.
Falso. Este es un clásico, dicen que bajo el comunismo nadie trabajaría porque todo sería compartido. Pero esto ignora la distinción entre incentivos reales y falsos. En el capitalismo, la iniciativa se mide por la capacidad de acumular riqueza y competir, lo que muchas veces lleva a explotación y desigualdad. El comunismo busca liberar la iniciativa humana de la necesidad de sobrevivir, permitiendo que las personas trabajen en lo que consideran valioso, no solo por dinero. La creatividad, la innovación y la colaboración no se eliminan; se liberan de la coerción de mercado.
Se dice que sin competencia nadie se esfuerza. La realidad es que el capitalismo glorifica la competencia entre los trabajadores, mientras los beneficios van a unos pocos. La cooperación y la motivación por objetivos colectivos son igual o más eficaces. De hecho, la ciencia y la innovación florecieron bajo planificación socialista (ej. programa espacial soviético).
- “El comunismo solo funciona en países pequeños o atrasados”.
Este mito intenta ridiculizar cualquier proyecto socialista moderno. La realidad es que la escala no determina el éxito. La URSS fue un país enorme con diversidad étnica, cultural y económica, y logró avances científicos, educación y salud a niveles que muchos países capitalistas tardaron décadas en alcanzar. El comunismo no depende del tamaño del país sino de la organización social: cooperación, planificación democrática y control obrero de los medios de producción.
- “El comunismo prohíbe el emprendimiento”.
Falso. El comunismo cuestiona el emprendimiento capitalista, donde uno se enriquece explotando el trabajo ajeno. Pero proyectos colectivos, cooperativas y empresas autogestionadas son perfectamente compatibles con el marxismo.
- “El comunismo obliga a todos a estudiar lo mismo”.
Falso. Busca educación universal y de calidad, pero no uniformiza intereses. Cada persona puede desarrollar talentos, vocaciones y creatividad libremente, sin la presión de elegir solo por “salir de la pobreza” o “ganar dinero”.
En resumen
Desmontar los mitos sobre el comunismo no es solo un ejercicio intelectual, es un acto de justicia histórica y social. La propaganda capitalista ha construido narrativas simplistas, ridículas o directamente falsas para presentar al comunismo como peligroso, ineficiente o antinatural. La realidad muestra que estos mitos ocultan la esencia del comunismo: la lucha por la igualdad, la cooperación, la justicia social y la emancipación de la explotación de clase.
El comunismo no es un dogma rígido ni un modelo único de gobierno; es un marco de análisis y una guía para transformar las relaciones sociales y económicas. Critica la concentración de riqueza, la opresión estructural y la explotación laboral, y propone un mundo donde los bienes, el conocimiento y la tecnología sirvan a la mayoría, no a una élite.
Los bulos que persisten sobre el comunismo, desde los más “académicos” hasta los memes más absurdos, se desvanecen cuando se examinan con rigor histórico y pensamiento crítico. Conocer la verdad sobre el comunismo no significa aceptar ingenuamente cualquier experiencia histórica, sino entender su potencial emancipador y cuestionar los relatos interesados que justifican la desigualdad global.