Amor y Política
Decir que el amor puede con todo suena romántico, pero también ingenuo. Las relaciones humanas están atravesadas por historia, cultura y, sobre todo, por política. Amar es compartir un proyecto de vida, y todo proyecto está marcado por una visión del mundo. No reconocerlo es cerrar los ojos a lo evidente. La ideología está siempre presente, incluso cuando alguien dice que no le interesa la política. Estas personas se presentan como "apolíticas", pero en realidad esa indiferencia refleja que sus valores coinciden con el orden social dominante. Quien no cuestiona lo establecido lo asume como natural. Así, alguien que se declara “despreocupado por la política” está mucho más cerca del conformismo que de la rebeldía, más del mantenimiento del statu quo que de su transformación. Esa neutralidad no es inocente, es una forma silenciosa de tomar partido.
En pocas palabras, la aparente falta de preocupación por la ideología política de la pareja, lejos de ser una muestra de tolerancia, es en realidad un reflejo de una profunda similitud ideológica subyacente. Hoy os explicaré las diferencias en los fundamentos morales de la izquierda y la derecha y cómo y por qué estas divisiones no solo afectan, sino que en la mayoría de casos destruyen las relaciones de pareja.
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Ana Perez y Manuel Espinar, autores de 'Historia, amor y lucha' y exiliados y exconcejales del PCE. MANU GARCÍA. |
La Búsqueda del "Yo" en el Otro
Un estudio de Adopte en España reveló que más del 80% de los españoles dejaría de salir con alguien que no sea de su misma ideología política, y un 81% terminaría una relación si las diferencias fueran demasiado marcadas. Esta investigación evidencia que las personas con estudios universitarios en España muestran un mayor distanciamiento hacia posibles parejas del espectro de extrema derecha. Cuando las personas solo se relacionan y se casan con sus iguales, la empatía se vuelve trivial y la capacidad de entender al otro se atrofia. Además, la falta de contacto con diferentes perspectivas refuerza los prejuicios, lo que a su vez impulsa una mayor segregación social.
Las diferencias ideológicas se manifiestan de manera particularmente visceral en dos áreas fundamentales de la vida en pareja: la crianza de los hijos y la economía. Cuando los padres tienen ideologías opuestas, el conflicto sobre la crianza nace sobre qué valores se van a transmitir al hijo. Un padre de izquierdas podría priorizar la igualdad de género y la diversidad, esforzándose por romper con los estereotipos. En cambio, un padre de derechas podría enfocarse en la autoridad, el respeto a la tradición y el esfuerzo individual, chocando directamente en la formación del carácter del niño. En estas situaciones, un desacuerdo sobre una regla de disciplina o una lección de vida se convierte en una batalla por el alma y el futuro del menor.
La intimidad
No es lo mismo compartir una vida desde el ideal de igualdad, solidaridad y justicia social que hacerlo desde la lógica de la competencia, la jerarquía y el individualismo.
Quien se sitúa en la izquierda suele concebir el amor como un espacio de cooperación, de cuidado mutuo y de compromiso con algo más grande que la pareja: una forma de vivir de manera coherente con la aspiración de transformar la sociedad. Quien se ubica en la derecha, en cambio, puede reproducir en el terreno íntimo los valores que sostiene en el político: el mérito como medida de valor, la autoridad como principio de orden, la tradición como guía y la desigualdad como un hecho natural. Esto no quiere decir que no pueda existir ternura, afecto o pasión en ambos casos, sino que el trasfondo ideológico colorea inevitablemente las expectativas, los roles y hasta la forma de entender el futuro compartido.
El amor no se reduce a afinidad física o emocional; es también un pacto moral. Cuando alguien de izquierdas comparte su vida con alguien de derechas, los desacuerdos no suelen quedarse en el terreno de la opinión. Se manifiestan en decisiones cotidianas: cómo criar a los hijos, cómo gastar el dinero, qué causas apoyar, qué silencios guardar. La fricción no es accidental: nace de visiones del mundo irreconciliables.
Hay quien cree que basta con “respetar las diferencias”. Pero en política no hablamos de gustos (como preferir una película u otra) sino de principios que atraviesan la existencia. No es lo mismo creer que toda persona merece dignidad y derechos que sostener que el mercado o la tradición dictan el destino de cada cual.
El Amor en la Sociedad de Consumo
La política no es la única fuerza que hace que las relaciones modernas sean frágiles. El amor, en el contexto de la sociedad de consumo, ha sido cooptado por una lógica de mercado que lo reduce a una transacción. La mentalidad de "consumir, desechar y reemplazar" que se fomenta en la sociedad capitalista se aplica a las relaciones cuando la pareja no satisface las egoístas exigencias prometidas al principio. El amor, que debería ser una disciplina que requiere tiempo, preocupación y conocimiento, se convierte en una búsqueda de placeres y satisfacciones inmediatas. Cuando las promociones iniciales se desvanecen, la relación tambalea.
La ideología capitalista del consumismo y el individualismo hace que las relaciones sean, por naturaleza, más frágiles y menos capaces de resistir cualquier tipo de conflicto, incluyendo el político. La política se convierte en un detonante, pero la fragilidad de la relación ya está predeterminada por la visión del amor como un producto desechable.
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Fuente: Pexels Creative Commons |
Por todo ello, para muchas personas de izquierdas, elegir con quién compartir la vida no es un acto neutral: es también una apuesta política. El amor puede convertirse en un espacio de resistencia frente al cinismo y la resignación. Amar a alguien que comparte tus valores es prolongar la lucha en lo íntimo, construir un refugio coherente con la esperanza de crear un mundo distinto.
La política no destruye necesariamente el amor; lo que lo destruye es la mentira de que se puede amar profundamente sin compartir una visión común de la justicia, de la igualdad y de la vida.
“Amar a otro ser humano es ser feliz en la felicidad de otro.” ~ Karl Marx en una carta a su esposa Jenny, 1837.