Ganadería, Lucro y Colapso Climático

El año pasado redacté un artículo para el nº007 de la Revista Oblivious, "Desentrañando las olas del cambio: crisis climática en el horizonte ganadero”. En su momento, y basándome en mi trabajo final de grado, exploré la intersección crítica entre la ganadería industrial y la sostenibilidad ambiental, apoyándome en datos de la FAO y referencias documentales que revelaban los efectos devastadores de esta industria sobre el agua, el suelo, los bosques y el clima. Sin embargo, con el paso del tiempo y ante el agravamiento de la crisis ambiental, es necesario dar un paso más. Lo que hoy os voy a explicar no sólo reafirma las consecuencias ecológicas de la ganadería, sino que señala con claridad la raíz sistémica del problema: el capitalismo. No basta con reformar una industria. Es el sistema que la sostiene, la expande y la normaliza lo que debe ser cuestionado.

Bajo el capitalismo, producir carne barata significa externalizar todos los daños ambientales. Como denuncia Naomi Klein, las medidas necesarias para frenar las emisiones “son cosas que están en conflicto con los fundamentos del capitalismo desregulado”, pues amenazan a la minoría privilegiada que controla la economía. Las empresas cárnicas, apoyadas por subsidios estatales y tratados comerciales, expanden los mercados y presionan para liberalizar aún más las tierras con el fin de crear pastos y piensos. Nancy Esquivel (UNAM) señala que este sistema colonial-industrial originó el “capitaloceno”, una era de explotación sistemática de la vida, donde la agricultura y la ganadería se vuelven herramientas de dominación global.

El imperativo de producir más y más barato convierte a la atmósfera en un vertedero gratuito. La ganadería es responsable del 19% de las emisiones globales de gases de efecto invernaderoEl metano, un gas mucho más potente que el CO2 y producido masivamente por la digestión de los rumiantes, es una externalidad que el sistema no tiene incentivos reales para controlar. De hecho, las emisiones de la ganadería superan a las de la industria del petróleo y el gas, demostrando que el afán de lucro de este sector es uno de los principales motores del cambio climático.

Para expandir pastos y cultivos, la ganadería provoca la mayor parte de la destrucción forestal mundial. Tres de cada cuatro hectáreas deforestadas en el Amazonas se destinan a la ganadería. Es decir, miles de bosques enteros son arrasados sólo para alimentar sistemas agroindustriales. Son los grileiros (acaparadores ilegales de tierras) quienes, en la mayoría de casos, provocan los fuegos para vender las tierras deforestadas a los ganaderos, un acto criminal que beneficia directamente al agronegocio y expulsa violentamente a los pueblos indígenas que habitan esas tierras. La destrucción de hábitats, que aniquila miles de especies, no es un efecto secundario, sino un requisito para la acumulación de capital. Lo más absurdo de esto, es que un cuarto de las tierras emergidas del planeta se usa ya exclusivamente para el ganado, sacrificando así más de 75 mil millones de animales al año. Paradójicamente, la mitad de esas tierras se usa para cultivar piensos, mientras millones de personas sufren desnutrición.

REUTERS/Amanda Perobelli

Pero espera, que hay más. La ganadería es el sector que más agua consume en el mundoSe estima que producir un solo kilogramo de carne requiere para toda su cadena productiva entre 5.000 y 20.000 litros de agua, una cifra obscena si se compara con los 500 a 2.000 litros necesarios para un kilo de cerealEsta agua, tras ser usada, se devuelve al entorno cargada de excrementos, nitrógeno, fósforo, medicamentos y metales pesadosEsta contaminación, que provoca la eutrofización de ríos y lagos, no es un fallo del sistema, sino la consecuencia de tratar el agua limpia como un recurso infinito y los ecosistemas acuáticos como un desagüe. El contraste con dietas basadas en plantas es abismal, pero el sistema global de libre mercado no penaliza este derroche, más bien lo incentiva, ampliando las fronteras agrícolas (demandadas por grandes cadenas de supermercados y exportaciones) aunque esto contradiga los objetivos climáticos mundiales.

"¿Cuánta agua se necesita para producir alimentos?". Fundación Aquae.

Estas cifras no surgen por casualidad, sino de la lógica de mercado. La industria cárnica global concentra grandes beneficios (en España es el 22% del sector alimentario y aporta aproximadamente el 2,3% del PIB), presionando así para externalizar los daños ambientales. Mientras los consumidores pagan sólo parte del precio, el planeta soporta el resto de las facturas.

La contradicción es clara, las acciones que reducirían el daño ambiental beneficiarían a la gran mayoría de la gente, pero resultan extremadamente amenazantes para una élite minoritaria que mantiene un control absoluto sobre nuestra economía. Naomi Klein advirtió que los gobiernos y empresas posponen las soluciones porque chocan con el afán de ganancia ilimitada. La solución no es engañarse con cortes parciales de emisiones, sino cuestionar el modelo económico.

La crisis ganadera no se resuelve solo con leyes más estrictas contra los purines o prometiendo carne sintética en el futuro. Implica interrogar por qué el capitalismo promueve una industria tan depredadora. Movimientos sociales y documentales como Cowspiracy (que os recomiendo encarecidamente) han denunciado cómo organizaciones ambientales hasta tienden a silenciar la ganadería para no desafiar intereses.

¿Consumo Consciente en un Sistema Inconsciente?

La crisis climática y ecológica impulsada por la ganadería industrial es la clara manifestación de un sistema económico que, en su búsqueda incesante de lucro, está dispuesto a sacrificar la salud pública, la biodiversidad y la propia estabilidad planetaria.

Ante esta realidad, surgen propuestas centradas en la elección individual y la regulación. En mi trabajo final de grado propuse campañas educativas, incentivos a productos vegetales, regulación del precio o sellos de sostenibilidad. Si bien estas medidas son capaces de tener un evidente impacto positivo, son insuficientes y peligrosamente engañosas si no se ataca la raíz del problema. En su momento no era capaz de verlo con tanta claridad como ahora.

El capitalismo verde nos vende la idea de que podemos consumir nuestra salida de la crisis, trasladando la responsabilidad del sistema a los hombros del individuo. Sin embargo, ninguna cantidad de carne sostenible o vegetal puede resolver la contradicción fundamental, un sistema basado en el crecimiento infinito es incompatible con un planeta finito

La activista ambiental sueca Greta Thunberg en la Cumbre de Acción Climática en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York.
La solución no puede limitarse a decisiones de consumo individuales, aunque estas sean importantes como acto de resistencia. La verdadera lucha es política y sistémica. Requiere desmantelar el poder corporativo que dicta nuestras políticas alimentarias, poner fin a los subsidios que perpetúan la destrucción y, en última instancia, transitar hacia un sistema de producción de alimentos basado en la soberanía alimentaria y la justicia climática, no en la acumulación de capital. La pregunta ya no es si podemos hacer que la ganadería sea sostenible dentro del capitalismo; la pregunta es si podemos permitir que el capitalismo siga existiendo si queremos un futuro sostenible.

"Hasta que no empiecen a centrarse en lo que debe hacerse en lugar de lo que es políticamente posible, no habrá esperanza. No podemos resolver una crisis sin tratarla como una crisis… Y si las soluciones dentro del sistema son tan imposibles de encontrar, quizás deberíamos cambiar el sistema mismo." ~ Greta Thunberg