Ganadería, Lucro y Colapso Climático
Durante años, he documentado la insostenible huella de la ganadería industrial, un rastro de devastación que contamina nuestra agua, erosiona nuestros suelos y acelera el colapso climático, todo ello respaldado por datos de la FAO y una abrumadora evidencia científica. Sin embargo, en medio de una crisis ambiental que ya no admite matices, señalar los síntomas ya no es suficiente. Es hora de diagnosticar la enfermedad. La raíz del problema no reside únicamente en las prácticas de una industria, sino en el sistema que la alimenta y la protege: el capitalismo. Hoy iremos más allá de la crítica a la ganadería para cuestionar el modelo que la ha convertido en un pilar de la destrucción ecológica normalizada.
Bajo el capitalismo, producir carne barata significa externalizar todos los daños ambientales. Como denuncia Naomi Klein, las medidas necesarias para frenar las emisiones “son cosas que están en conflicto con los fundamentos del capitalismo desregulado”, pues amenazan a la minoría privilegiada que controla la economía. Las empresas cárnicas, apoyadas por subsidios estatales y tratados comerciales, expanden los mercados y presionan para liberalizar aún más las tierras con el fin de crear pastos y piensos. Nancy Esquivel (UNAM) señala que este sistema colonial-industrial originó el “capitaloceno”, una era de explotación sistemática de la vida, donde la agricultura y la ganadería se vuelven herramientas de dominación global.
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| Foto de Annie Spratt en Unsplash |
Emisiones de Gases de Efeito Invernadero (GEI)
El sector ganadero es responsable de una porción sustancial de las emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero (GEI). Las estimaciones de la FAO y otros organismos sitúan esta contribución entre el 12% y el 14,5% del total mundial. Algunas evaluaciones tempranas incluso sugirieron que su impacto superaba las emisiones directas de todo el sector del transporte global.
A diferencia de otros sectores dominados por el dióxido de carbono (CO2), el perfil de emisiones de la ganadería es único y particularmente potente.
- Metano (CH4). Este potente gas de efecto invernadero es producido principalmente por dos vías: la fermentación entérica en el sistema digestivo de los rumiantes (como vacas y ovejas) y la descomposición anaeróbica del estiércol, especialmente cuando se almacena en grandes balsas líquidas o lagunas de purines. El CH4 tiene un potencial de calentamiento global significativamente mayor que el CO2 en horizontes temporales de corto y medio plazo, lo que lo convierte en un objetivo crucial para la mitigación climática urgente.
- Óxido Nitroso (N2O). Generado a partir de la descomposición del estiércol y el uso extensivo de fertilizantes nitrogenados para cultivar los piensos que alimentan al ganado. El N2O es un gas extremadamente potente, con un potencial de calentamiento casi 300 veces superior al del CO2 en un horizonte de 100 años.
- Dióxido de Carbono (CO2). Aunque las emisiones directas de la respiración animal se consideran parte de un ciclo biogénico rápido y, por tanto, neutras en los inventarios del IPCC, las emisiones indirectas de CO2 son masivas. Estas provienen del uso intensivo de combustibles fósiles en toda la cadena de valor: la fabricación de fertilizantes, el funcionamiento de la maquinaria agrícola, el procesamiento de la carne y su transporte a lo largo de cadenas de suministro globalizadas.
Las directrices del IPCC detallan que las emisiones no son uniformes. La producción de CH4 y N2O a partir del estiércol depende críticamente de factores como la cantidad y las características del mismo, el sistema de gestión empleado y el clima. Las temperaturas más cálidas aceleran la descomposición y, crucialmente, los sistemas de almacenamiento líquido en condiciones anaeróbicas (sin oxígeno) son los que maximizan la producción de metano.
Esta evidencia demuestra que el modelo industrial intensivo está intrínsecamente diseñado para maximizar las emisiones de metano y óxido nitroso. La lógica económica de la intensificación, que busca la máxima producción en el menor espacio posible, conduce inevitablemente a altas densidades de animales confinados. Esta concentración genera volúmenes masivos de estiércol que, por razones logísticas y de coste, se gestionan a menudo en sistemas líquidos como las balsas de purines. Estas balsas crean las condiciones anaeróbicas perfectas para la metanogénesis, tal y como describen las directrices del IPCC. Por lo tanto, la crisis de los purines y sus consecuentes emisiones no son un subproducto accidental, sino un resultado directo y predecible del diseño del sistema, optimizado para la eficiencia económica a expensas de la estabilidad climática.
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| Foto de Nabil Naidu en Unsplash |
Deforestación y Uso del Suelo
La ganadería ocupa casi el 80% de las tierras agrícolas del planeta a nivel mundial, lo que equivale al 30% de la superficie terrestre libre de hielo del planeta. Un 33% de toda la superficie cultivable se destina a la producción de forraje para alimentar a estos animales.
Esta inmensa demanda de tierra convierte a la expansión de pastizales en la principal causa de deforestación a nivel global, un fenómeno especialmente agudo en América Latina. Se estima que la conversión de bosques a pastos es responsable del 70% de la deforestación del Amazonas. Pero el impacto no termina ahí. La demanda de piensos baratos para sostener el modelo de ganadería industrial impulsa una segunda y devastadora ola de deforestación. Aproximadamente el 75% de la producción mundial de soja se destina a la alimentación animal. Este cultivo se expande a menudo sobre tierras que previamente fueron despejadas para el pastoreo, empujando la frontera ganadera cada vez más profundamente hacia el interior de los bosques en un ciclo destructivo.
Este mecanismo crea un efecto dominó global, donde las decisiones de consumo en un continente tienen consecuencias directas y medibles en los ecosistemas de otro. El consumo de carne a precios asequibles en mercados como la Unión Europea es posible gracias a un modelo de producción industrial que depende de piensos de bajo coste, con la harina de soja como componente principal. La creciente demanda mundial de carne impulsa la expansión masiva del cultivo de soja, concentrada en gran medida en América del Sur, donde se convierte en un motor clave de la deforestación. Así, la cadena de suministro globalizada crea una teleconexión en la que la demanda europea financia directamente la destrucción de ecosistemas vitales. El bajo precio de la carne en el supermercado no refleja su verdadero coste, que es pagado por la selva amazónica, los pueblos indígenas que la habitan y la estabilidad climática global.
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| Foto de Roman Skrypnyk en Unsplash |
Consumo y Contaminación del Agua
La producción de carne es una de las actividades humanas más intensivas en el uso de agua. Las cifras son aberrantes: se estima que para producir un kilogramo de carne de vacuno se necesitan, en promedio, unos 15.400 litros de agua. Para comprender el alcance real de este impacto, es crucial desglosar el concepto de huella hídrica:
- Agua Verde. Representa aproximadamente el 93% del total y corresponde al agua de lluvia consumida por las plantas que sirven de pasto o que se cultivan para pienso.
- Agua Azul. Es el agua extraída de fuentes superficiales o subterráneas (ríos, lagos, acuíferos) para el riego de cultivos forrajeros y para el consumo directo de los animales. Se estima entre 550 y 700 litros por kilogramo de carne de vacuno. Este es el componente que compite directamente con el agua para consumo humano y el sostenimiento de los ecosistemas.
- Agua Gris. Se refiere al volumen de agua dulce necesario para diluir los contaminantes generados por la actividad (como los nitratos de los purines y los fertilizantes) hasta que la calidad del agua vuelva a ser segura.
La industria ganadera a menudo minimiza su impacto argumentando que la mayor parte de su huella hídrica es "solo agua de lluvia" (agua verde). Sin embargo, esta afirmación es una simplificación peligrosa que oculta un profundo coste de oportunidad ecológico. La tierra dedicada a pastos o monocultivos de forraje podría, en su estado natural como bosque o pradera, albergar una biodiversidad mucho mayor y proporcionar servicios ecosistémicos superiores, incluyendo una regulación hídrica más estable y eficiente. Al convertir vastos ecosistemas en sistemas agrícolas simplificados, se altera drásticamente el ciclo hidrológico local. El "agua verde" consumida por la ganadería es, por tanto, agua que ya no está disponible para sostener un ecosistema resiliente. Representa una apropiación a gran escala de un recurso planetario fundamental, con graves consecuencias para la salud de los ecosistemas.
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| Foto de Sebastian Marx en Unsplash |
Amenazas a la Salud Pública
La gestión de los purines, el estiércol líquido generado en las explotaciones intensivas, es uno de los mayores desafíos ambientales del sector. El exceso de nutrientes, principalmente nitrógeno y fósforo, se filtra a las aguas subterráneas y escurre hacia ríos y lagos, provocando un proceso de eutrofización. Este enriquecimiento de nutrientes causa una proliferación masiva de algas que, al morir y descomponerse, agotan el oxígeno del agua, creando "zonas muertas" acuáticas y aniquilando la vida piscícola.
España es un ejemplo paradigmático de esta problemática. La contaminación por nitratos procedentes de los purines es un problema histórico y grave, especialmente en regiones con una alta concentración de ganadería porcina como Cataluña, donde casi la mitad de los acuíferos están contaminados, y Aragón, donde una quinta parte de la población está expuesta a agua contaminada por nitratos. En la Comunidad Valenciana, la situación es similar: la alta concentración de granjas, sobre todo en el norte de Castellón y el interior de Valencia, genera un volumen de purines que excede con creces la capacidad de absorción de las tierras agrícolas disponibles, resultando en una contaminación generalizada de suelos y acuíferos.
Más allá del agua, la gestión de purines también contamina el aire. Libera grandes cantidades de amoníaco (NH3), que contribuye a la lluvia ácida y a la formación de partículas finas (PM2.5), perjudiciales para la salud respiratoria humana. En España, se estima que el 92% de las emisiones de amoníaco provienen de la ganadería industrial.
Finalmente, el modelo industrial crea una grave amenaza para la salud pública global. El hacinamiento extremo en las granjas requiere el uso masivo y a menudo preventivo de antibióticos para controlar enfermedades. Esta práctica es un caldo de cultivo perfecto para la evolución de bacterias multirresistentes. Según la Organización Mundial de la Salud, la resistencia a los antibióticos podría convertirse en la principal causa de muerte a nivel mundial para 2050, superando incluso al cáncer.
La ganadería industrial actúa, por tanto, como un nexo donde convergen múltiples crisis planetarias: climática, hídrica, de biodiversidad y de salud pública. El purín es el símbolo físico de esta convergencia. Su descomposición emite metano (crisis climática); su contenido en nutrientes contamina el agua (crisis hídrica y de biodiversidad); su gestión libera amoníaco (crisis de salud pública); y el sistema que lo produce a escala masiva fomenta la resistencia a los antibióticos (crisis de salud pública global). Abordar el "problema de los purines" no es, por tanto, una simple cuestión de gestión de residuos, sino una necesidad imperativa para desmantelar un nudo de crisis interconectadas que amenaza la estabilidad planetaria.
Maximización del Beneficio
El mercado mundial de la carne está dominado por un reducido número de corporaciones transnacionales que ejercen un poder inmenso sobre toda la cadena de valor. Empresas como la brasileña JBS, las estadounidenses Tyson Foods y Cargill, y la china WH Group (propietaria de Smithfield Foods) controlan una parte sustancial de la producción y el procesamiento global. La escala de sus operaciones es colosal; JBS, el mayor productor mundial, registró ingresos de 72,9 mil millones de dólares en 2022 y opera en más de 20 países.
A pesar de que estas corporaciones publican informes de sostenibilidad que destacan mejoras marginales en eficiencia, reducción de emisiones o uso de energías renovables, su estrategia empresarial fundamental sigue centrada en el crecimiento del volumen de producción. Esto crea una paradoja: la búsqueda incesante de "eficiencia" económica es, en realidad, un motor clave de la insostenibilidad ecológica. En la lógica corporativa, la eficiencia se mide en coste por unidad de producto. Para lograrla, se recurre a la intensificación: más animales en menos espacio, ciclos de crecimiento acelerados y piensos de bajo coste como la soja. Como os demostré anteriormente, son precisamente estas prácticas de "eficiencia" (confinamiento, dietas basadas en soja, gestión de purines en lagunas) las que maximizan las emisiones de GEI, la deforestación y la contaminación del agua. Existe, por tanto, una contradicción fundamental entre la lógica económica del sistema (eficiencia de capital) y la lógica ecológica (sostenibilidad). Las mejoras de sostenibilidad reportadas (greenwashing) son una estrategia de relaciones públicas que enmascara la insostenibilidad estructural del modelo de negocio principal.
Subsidios y la Política Agraria Común (PAC)
La industria ganadera no opera en un mercado libre; su rentabilidad está fuertemente apuntalada por subsidios públicos. En la Unión Europea, el principal mecanismo es la Política Agrícola Común (PAC), que destina miles de millones de euros de los contribuyentes cada año a agricultores y ganaderos. Estos fondos se canalizan a través de ayudas directas (Fondo Europeo Agrícola de Garantía - FEAGA) y programas de desarrollo rural (Fondo Europeo Agrícola de Desarrollo Rural - FEADER). Solo en España, la PAC distribuye cerca de 4.800 millones de euros anuales en ayudas directas, beneficiando a unos 650.000 agricultores y ganaderos.
Aunque la PAC para el período 2023-2027 incluye objetivos climáticos y medioambientales declarados, y ofrece ayudas adicionales para prácticas como el pastoreo extensivo, su estructura fundamental de pagos, a menudo ligada a la superficie o a derechos de producción históricos, ha favorecido tradicionalmente a las explotaciones más grandes e intensivas. Esto crea una profunda contradicción política: los gobiernos declaran emergencias climáticas mientras sus políticas agrícolas más importantes subvencionan las mismas prácticas que impulsan esas emergencias. Estos fondos públicos reducen artificialmente el riesgo económico de la ganadería industrial, permitiéndole mantener precios bajos que no reflejan sus verdaderos costes ambientales. Esta distorsión del mercado desincentiva la transición hacia modelos agroecológicos más sostenibles y actúa como un ancla que frena la transformación ecológica del sistema alimentario, perpetuando un modelo insostenible con dinero público.
El Lobby Ganadero
El lobby de la industria cárnica, láctea y ganadera es uno de los grupos de presión más antiguos y poderosos, tanto en Bruselas como en las capitales nacionales. Su influencia ha sido decisiva para atenuar, retrasar o bloquear políticas climáticas y ambientales fundamentales en la Unión Europea.
Este lobby emplea narrativas estratégicas, análogas a las utilizadas por la industria de los combustibles fósiles, para sembrar dudas y obstruir la acción política. Estas narrativas minimizan el impacto ambiental del sector, enfatizan su importancia económica y cultural, y niegan la necesidad de una transición hacia dietas más sostenibles. Su éxito ha sido notable. La influencia de grupos como Copa-Cogeca ha logrado debilitar significativamente políticas clave, entre ellas:
- La estrategia "De la Granja a la Mesa" (Farm to Fork), un pilar del Pacto Verde Europeo.
- La revisión de la Directiva sobre Emisiones Industriales, que pretendía incluir a las grandes explotaciones ganaderas en un régimen de control de la contaminación más estricto para reducir las emisiones de metano.
- El Marco de Sistemas Alimentarios Sostenibles, que buscaba impulsar la transición hacia dietas más saludables y con menor impacto ambiental.
Todo esto que os he explicado no es una casualidad, es la lógica del mercado. La industria cárnica global concentra grandes beneficios (en España es el 22% del sector alimentario y aporta aproximadamente el 2,3% del PIB), presionando así para externalizar los daños ambientales. Mientras los consumidores pagan sólo parte del precio, el planeta soporta el resto de las facturas.
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| Foto de Afif Ramdhasuma en Unsplash |
La crisis ganadera no se resuelve solo con leyes más estrictas contra los purines o prometiendo carne sintética en el futuro. Implica interrogar por qué el capitalismo promueve una industria tan depredadora. Movimientos sociales y documentales como Cowspiracy (que os recomiendo encarecidamente) han denunciado cómo organizaciones ambientales hasta tienden a silenciar la ganadería para no desafiar intereses.
¿Consumo Consciente en un Sistema Inconsciente?
La crisis climática y ecológica impulsada por la ganadería industrial es la clara manifestación de un sistema económico que, en su búsqueda incesante de lucro, está dispuesto a sacrificar la salud pública, la biodiversidad y la propia estabilidad planetaria.
Ante esta realidad, surgen propuestas centradas en la elección individual (más información en este artículo: Veganismo: Ética, Salud y Sostenibilidad) y la regulación. En su momento pensaba que las campañas educativas, los incentivos a productos vegetales, la regulación del precio o los sellos de sostenibilidad eran soluciones eficaces. Sin embargo, si bien estas medidas son capaces de tener un evidente impacto positivo, son insuficientes si no se ataca la raíz del problema.
El capitalismo verde nos vende la idea de que podemos consumir nuestra salida de la crisis, trasladando la responsabilidad del sistema a los hombros del individuo. Sin embargo, ninguna cantidad de carne sostenible o vegetal puede resolver la contradicción fundamental, un sistema basado en el crecimiento infinito es incompatible con un planeta finito.
"Hasta que no empiecen a centrarse en lo que debe hacerse en lugar de lo que es políticamente posible, no habrá esperanza. No podemos resolver una crisis sin tratarla
como una crisis… Y si las soluciones dentro del sistema son tan imposibles de encontrar, quizás deberíamos cambiar el sistema mismo." ~ Greta Thunberg
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