El Asedio a Palestina

Lo que se desarrolla en Gaza hoy no es un conflicto entre iguales, sino la culminación de décadas de opresión que muchos académicos, juristas y observadores internacionales califican de genocidio.

A diferencia de las percepciones populares que lo atribuyen a un choque de religiones, la historia demuestra que sus causas se arraigan en un movimiento de colonización política y nacionalismo que se gestó a finales del siglo XIX. Incluso figuras internacionales como Greta Thunberg han señalado que Gaza se ha convertido en el “símbolo más obsceno de cómo los poderosos pueden condenar a un pueblo entero a la inanición y al silencio mientras el mundo mira hacia otro lado”. Thunberg, al igual que otros movimientos juveniles, ha enmarcado la catástrofe palestina como una de las crisis morales y ecológicas más graves de nuestro tiempo: la negación sistemática de agua, energía y alimentos a millones de personas.

Foto de Aed Abu Amro lanzando una piedra durante la protesta de la Gran Marcha del Retorno contra el bloqueo israelí, tomada por el fotoperiodista Mustafa Hassona el 22 de octubre de 2018.

El surgimiento del Sionismo

El sionismo surgió como un movimiento de liberación nacional con el objetivo de lograr la libre autodeterminación del pueblo judío. Este fenómeno ideológico fue catalizado por el creciente antisemitismo y la persecución generalizada en Europa a finales del siglo XIX y principios del XX. Ante esta violencia, muchos judíos buscaron una patria segura y estable.

La figura central de la transformación de una antigua aspiración religiosa en un proyecto político fue el periodista austrohúngaro Theodor Herzl. En su obra seminal, Der Judenstaat (El Estado judío), publicada en 1896, Herzl articuló la necesidad de un estado para los judíos, no como un grupo religioso, sino como una nación. La idea fundacional de dignificar y salvar a un pueblo perseguido es, en su esencia, un objetivo moralmente incuestionable. No obstante, la elección de la Tierra de Israel ("Eretz Israel"), ignoraba la presencia de una población local ya establecida.

La Declaración Balfour

La Declaración Balfour de 1917 representó un punto de inflexión crucial. Esta carta del gobierno británico, que prometía apoyar el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío, legitimó el proyecto sionista al otorgarle el respaldo de una potencia mundial. No obstante, este apoyo no era un acto altruista, sino un cálculo geopolítico destinado a asegurar el control del Canal de Suez, vital para el Imperio Británico.

La Declaración Balfour, contenida en la carta original de Balfour a Rothschild.

Tras la disolución del Imperio Otomano, Reino Unido administró el territorio bajo el Mandato Británico de Palestina entre 1920 y 1948. Desde el inicio de esta administración, la población árabe palestina se opuso activamente a la Declaración Balfour y promovió la creación de un gobierno representativo. La tensión escaló rápidamente, manifestándose en disturbios y conflictos que evidenciaban el fracaso del Mandato para apaciguar las aspiraciones nacionales de ambos pueblos, un fracaso que sentó las bases para el conflicto que estallaría al término del mandato en 1948.

La Nakba de 1948: La Catástrofe

La declaración de independencia de Israel el 14 de mayo de 1948 resultó en el desplazamiento de más de 2.000.000 de palestinos, quienes perdieron sus hogares, tierras y modo de vida. El desplazamiento no fue un simple resultado de las hostilidades, sino que estuvo influenciado por masacres y operaciones deliberadas. Un ejemplo es el Plan Dalet, adoptado en marzo de 1948, cuya intención era controlar el territorio asignado al futuro Estado judío con la menor cantidad de palestinos posible. Las operaciones incluyeron la destrucción de aldeas y la expulsión de su población. Se documentaron crímenes como la masacre de Deir Yassin, donde al menos 93 aldeanos, incluyendo 30 bebés, fueron asesinados.

Palestinos desplazados en abril de 1948.

La Nakba fue el inicio de una condición de exilio y desposesión institucionalizada. A pesar de que la Asamblea General de la ONU emitió una Resolución en diciembre de 1948, llamando al retorno y la compensación para los refugiados, este derecho ha sido sistemáticamente denegado. El hecho de que esta resolución no se haya implementado en más de 75 años demuestra un fracaso recurrente del derecho internacional para abordar la situación, transformando lo que "en principio" se consideraba un desplazamiento temporal en una realidad permanente para millones de personas. La conservación de las llaves de sus hogares por parte de los refugiados palestinos se ha convertido en un símbolo de su memoria colectiva, su derecho al retorno y la inquebrantable resistencia que define su lucha por la justicia.

Podríamos hacer un paralelismo con "El "Plan Madagascar", propuesto por los nazis en 1940, que buscaba la deportación forzada de la población judía de Europa a la isla de Madagascar. Bajo la apariencia de un "reasentamiento", el plan era en realidad una sentencia de muerte. Los nazis sabían que las duras condiciones de la isla, gobernada como un estado policial bajo el control de las SS, causarían una mortalidad masiva. En el caso de Palestina, a ldeas enteras fueron masacradas y borradas del mapa para dar paso a la creación del Estado de Israel. El objetivo, como en el plan nazi, era la limpieza étnica del territorio para asegurar una mayoría demográfica judía. Los palestinos, que habían habitado esa tierra durante siglos, fueron despojados de sus propiedades, su historia y su derecho al retorno. La Nakba es, en esencia, la realización de un plan de traslado forzoso que los nazis solo llegaron a concebir.

Mapa de los sitios propuestos por franco-polacos para el reasentamiento de judíos europeos en Madagascar.

Hamás

Hamás, cuyo nombre completo se traduce como "Movimiento de Resistencia Islámica", surgió en 1987 al comienzo de la Primera Intifada o levantamiento palestino contra la ocupación israelí de la Franja de Gaza y Cisjordania. Como una rama de la Hermandad Musulmana, Hamás se diferenció de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) por su base ideológica islámica y su rechazo de las negociaciones de paz. Si bien su carta fundacional de 1988 abogaba por la destrucción de Israel, el grupo ha evolucionado, firmando documentos que aceptan la creación de un Estado palestino en las fronteras de 1967.

Altas figuras del gobierno israelí han admitido haber permitido la financiación de Hamás. Benjamin Netanyahu reconoció públicamente que su gobierno facilitó que Qatar enviara fondos a Hamás para mantener a la Autoridad Palestina y al grupo divididos. Israel recibió hasta 30 millones de dólares mensuales desde 2018 a través de este acuerdo, convirtiendo a Hamás en su socio más cercano para evitar la solución de los dos estados, argumentando que no existe un socio viable para la paz.

La narrativa oficial israelí describió los ataques del 7 de octubre de 2023 como un fallo catastrófico y sin precedentes de sus servicios de inteligencia y de su ejército, considerados entre los más sofisticados del mundo. Sin embargo, esta versión ha sido refutada por informes y análisis críticos que demuestran una negligencia tan profunda que roza lo deliberado.

Diversos medios y fuentes de inteligencia, como funcionarios egipcios, afirmaron haber emitido advertencias claras y repetidas a Israel en los días previos al ataque sobre una "operación grande" que se estaba gestando en Gaza. A pesar de ello, y de los informes de las propias observadoras militares en la frontera que alertaban de actividades inusuales, los altos mandos desestimaron las alarmas, manteniendo la tesis de que Hamás estaba contenido y no tenía interés en una confrontación a gran escala.

Esta cadena de supuestos "errores" es inexplicable para un estado con la capacidad de vigilancia de Israel. La política previa de Netanyahu de fortalecer a Hamás generó una ceguera voluntaria ante la amenaza inminente. Este fallo fue, en la práctica, una permisividad funcional. Al dejar que ocurriera la masacre, se creaba un pretexto irrefutable para legitimar una respuesta militar de una escala sin precedentes contra Gaza, una operación que los sectores más duros del gobierno israelí llevaban tiempo defendiendo y que toda la comunidad internacional ha calificado como genocida.

En la Franja de Gaza, la mitad de la población es menor de 18 años, la infancia se ve definida por el trauma y la desesperanza. Los niños y jóvenes palestinos crecen en un entorno de guerra constante, asedio y destrucción, presenciando la pérdida de familiares y amigos, y la aniquilación de sus hogares. Este ciclo de violencia y sufrimiento no solo crea un profundo sentimiento de injusticia y dolor, sino que también es un factor crucial que los impulsa a la militancia. Para muchos de ellos, el reclutamiento por grupos como Hamás no es una elección fácil, sino una vía que ofrece un sentido de propósito, pertenencia y dignidad en un mundo que les ha robado su inocencia y su futuro. Para ellos, la lucha armada se convierte en la única forma de buscar justicia y vengar las pérdidas sufridas. ¿Qué opción te quedaría si la paz y la dignidad fueran solo un espejismo en tu propia tierra?

Genocidio y Apartheid

Según informes de la ONU, el 70% de los asesinatos por parte de Israel en Gaza corresponden a mujeres y niños. Hasta el momento el Ministerio de Sanidad palestino reporta 62.819 personas asesinadas, con 17.121 de ellas menores de 18 años, más de 137.409 heridos y 2.000.000 de desplazados. La Oficina de Derechos Humanos de la ONU ha registrado 54 ataques contra edificios residenciales que han resultado en el asesinato de familias enteras. Un estudio de The Lancet estima la muerte de más de 700.000 palestinos por causas indirectas debido al colapso de las condiciones de vida, destrucción de hospitales, falta de medicinas, bloqueo y devastación agrícola que generan hambruna y desnutrición, falta de agua potable y saneamiento, destrucción de la infraestructura eléctrica y de transporte, etc.

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La vida en Cisjordania bajo la ocupación ilegal de Israel está marcada por un sistema que numerosas organizaciones de derechos humanos de prestigio internacional (Amnesty International, Human Rights Watch e incluso la israelí B’Tselem) han calificado como apartheid según el derecho internacional. Este régimen se manifiesta en múltiples dimensiones: la violencia de los colonos israelíes contra las comunidades palestinas, a menudo impune, que incluye la quema de olivos centenarios, ataques a viviendas y agresiones físicas; el Muro de Apartheid, declarado ilegal por la Corte Internacional de Justicia en 2004, que anexa territorio palestino y fragmenta sus comunidades en enclaves aislados; y la práctica sistemática de la detención administrativa, mediante la cual miles de palestinos (incluidos menores de edad) son encarcelados indefinidamente sin cargos ni juicio.

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Además, Israel ejerce un control casi absoluto sobre los recursos hídricos, asignando a los colonos un acceso per cápita absurdamente superior al de los palestinos, lo que ha sido denominado “apartheid del agua”. A ello se suma la destrucción sistemática de tierras agrícolas, un ataque no solo a la economía campesina palestina, sino también a su herencia cultural y a la transmisión de un modo de vida que ha pasado de generación en generación.

Esta violencia no es solo material, también es verbal. Líderes israelíes han recurrido sistemáticamente a un lenguaje que despoja de humanidad al pueblo palestino. El ministro de Defensa Yoav Gallant declaró en octubre de 2023: “Estamos combatiendo a animales humanos y actuamos en consecuencia”. El propio primer ministro Benjamin Netanyahu habló de una “batalla de luz contra oscuridad”, enmarcando la existencia palestina como una amenaza ontológica. Estas expresiones no son meras metáforas: habilitan y normalizan políticas de exterminio bajo la máscara de seguridad nacional.

El devenir de Palestina

El "Plan Gaza 2035" propone transformar la Franja en un centro de producción y comercio con rascacielos y campos solares, reconstruyendo todo desde cero. Jared Kushner, yerno de Donald Trump, ha dejado caer el potencial inmobiliario de la costa de Gaza y ha propuesto "mover a la gente" para "limpiar" la zona. Este tipo de propuestas, que implican el reasentamiento forzado de la población, han sido categóricamente rechazadas por el mundo árabe y otros gobiernos, como era de esperar.

La destrucción dejada por la ofensiva aérea y terrestre israelí en Khan Younis, Franja de Gaza, el viernes 13 de septiembre de 2024.

La destrucción masiva de la infraestructura civil, junto con la narrativa de desarrollo económico de la posguerra, debería hacer cuestionar a cualquiera la naturaleza de la ofensiva. La aniquilación de la infraestructura existente, que según un documento de la oficina del primer ministro israelí busca "reconstruir desde cero", no es un daño colateral, es un requisito para la implementación de un nuevo orden. Están literalmente buscando un nuevo modelo de control y explotación económica sin palestinos.

El Aliado Incondicional, Estados Unidos

Desde la creación de Israel en 1948, el país ha recibido más de 146 mil millones de dólares en asistencia estadounidense. El apoyo reciente ha alcanzado cifras récord, con al menos 18 mil millones de dólares en ayuda militar en un solo año, incluyendo el financiamiento del sistema de defensa "Cúpula de Hierro". Esta ayuda está complementada por acuerdos de venta de armamento que no requieren si quiera notificación al Congreso.

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El AIPAC, un lobby proisraelí fundado en 1954, ejerce una influencia significativa en Washington a través de donaciones y la financiación de campañas políticas, asegurando así políticas favorables a los objetivos israelíes. Estamos hablando de uno de los grupos de presión más poderosos de Estados Unidos.

La Complicidad de Europa

La complicidad de Europa, y en particular de España, es innegable. En el caso de Ucrania, la respuesta fue instantánea y contundente. Se impusieron sanciones económicas sin precedentes contra Rusia, se congelaron activos de sus líderes, se les excluyó de sistemas financieros globales y se emitieron órdenes de arresto desde la Corte Penal Internacional.

Sin embargo, cuando se trata de Israel, esta claridad moral se disipa. A pesar de décadas de resoluciones de la ONU que condenan la ocupación ilegal de territorios palestinos, la construcción de asentamientos y las violaciones sistemáticas de los derechos humanos, las acciones de Europa han sido débiles o inexistentes. España, por ejemplo, mientras condena verbalmente la violencia, mantiene significativos lazos comerciales, incluyendo el comercio de armas con Israel. Gobiernos de toda Europa se resisten a imponer sanciones, escudándose en la necesidad de "diálogo" o calificando la situación de "conflicto complejo", un eufemismo que ignora la evidente asimetría de poder entre un Estado con uno de los ejércitos más poderosos del mundo y un pueblo ocupado y desposeído.

EUROPA-ISRAEL (AP)

Esta inacción se convierte en complicidad activa a través de acuerdos como el Acuerdo de Asociación UE-Israel, que otorga a Israel beneficios económicos y acceso preferencial a los mercados europeos. Sin embargo, en el otro lado de la balanza, se encuentra un firme y duradero apoyo global a la causa palestina, especialmente arraigado en el Sur Global. Este apoyo no es una reacción reciente, sino el resultado de una identificación histórica con la lucha contra el colonialismo y el imperialismo. Países como Venezuela, Cuba o Sudáfrica han sido voces constantes en la denuncia de lo que consideran un sistema de apartheid. Sudáfrica, con su propia historia de lucha contra la segregación racial, llevó el caso de genocidio contra Israel ante la Corte Internacional de Justicia, un acto de solidaridad de un peso simbólico inmenso.

"Repudiamos con todas nuestras fuerzas la despiadada persecución y el genocidio que en su tiempo desató el nazismo contra el pueblo hebreo. Pero no puedo recordar nada más parecido en nuestra historia contemporánea que el desalojo, persecución y genocidio que hoy realizan el imperialismo y el sionismo contra el pueblo palestino". Fidel Castro. Imagen de archivo de octubre de 1979 de un discurso de Fidel en Naciones Unidas. REUTERS/Prensa Latina/File Photo.

Naciones árabes y de mayoría musulmana, como Argelia, Malasia e Indonesia, han mantenido un apoyo inquebrantable. En América Latina, además de Venezuela, países como Bolivia y Chile (hogar de la mayor diáspora palestina fuera del mundo árabe) han adoptado posturas firmes, llegando a romper relaciones diplomáticas con Israel en protesta por sus ofensivas militares. Potencias como China y Rusia, si bien con sus propios intereses geopolíticos, han utilizado consistentemente su posición en el Consejo de Seguridad para abogar por una solución de dos Estados basada en las fronteras de 1967 y para contrarrestar el veto estadounidense. Esta solidaridad global no solo se manifiesta en los foros diplomáticos, sino también en las calles, con movimientos sociales, sindicatos y ciudadanos de todo el mundo que lideran campañas de Boicot, Desinversión y Sanciones (BDS), inspiradas en el movimiento anti-apartheid sudafricano.

La Lucha por la Supervivencia

Lo que tanto se explica como un "conflicto" o "guerra" en los medios es, en realidad, una lucha profundamente asimétrica por la supervivencia. Mientras un bando utiliza una de las maquinarias militares más avanzadas del mundo, el otro, desposeído y sitiado, se enfrenta a la ocupación y a la aniquilación de sus condiciones de vida. La destrucción sistemática de Gaza, que ha reducido barrios enteros a escombros y ha matado a decenas de miles de personas, no es solo un daño colateral de la guerra, sino el resultado de una campaña que ha provocado una catástrofe humanitaria y un desastre de proporciones sin precedentes.

Esta ofensiva es la culminación de un proceso que se remonta a más de hace 70 años, desde la Nakba de 1948, donde la desposesión del pueblo palestino se institucionalizó como parte de la fundación del Estado de Israel. En este marco, la narrativa de la "resistencia" palestina ha evolucionado, desde los movimientos laicos hasta el surgimiento de Hamás, que, como se ha demostrado, fue tolerado e incluso financiado por ciertos líderes israelíes como un medio estratégico para dividir y debilitar la causa palestina. La complicidad de potencias occidentales, como Estados Unidos y Europa (incluida España, a pesar de su postura más crítica), es evidente en el apoyo financiero y militar, en el doble rasero diplomático, y en la incapacidad de la comunidad internacional de hacer valer el derecho internacional.

El futuro de Palestina y sus habitantes depende de la capacidad de la comunidad internacional de pasar de las declaraciones de condena a la acción concreta, de la retórica sobre el "conflicto" a la confrontación de una realidad de apartheid y genocidio. El verdadero conflicto es el de la dignidad humana contra la fuerza bruta y la indiferencia.

"La historia y la conciencia nos enseñan que la injusticia en cualquier lugar es una amenaza para la justicia en todas partes." ~ Martin Luther King Jr.