Del Socialismo al Caos Neocolonial: Irak y Afganistán antes y después de Estados Unidos

Las intervenciones militares de Estados Unidos en Irak y Afganistán, justificadas públicamente bajo la retórica de la "liberación" y la "guerra contra el terror", no constituyeron un ejercicio de altruismo humanitario ni una respuesta defensiva a amenazas aisladas. La agresión militar y la desestabilización fueron impulsadas por la necesidad de asegurar el acceso a recursos estratégicos, mantener la supremacía monetaria global a través del petrodólar y proyectar poder para someter a rivales geopolíticos. El desmantelamiento de regímenes autoritarios pero funcionalmente soberanos en ambos países no condujo a la democracia, sino al colapso de las estructuras estatales, a crisis humanitarias masivas y a la supresión de los logros sociales que existían previamente. 

Las invasiones de Irak y Afganistán se justificaron públicamente bajo narrativas de seguridad nacional post-11 de septiembre, la lucha contra el terrorismo y la eliminación de armas de destrucción masiva (ADMs). La administración Bush y el primer ministro del Reino Unido, Tony Blair, declararon que los objetivos de la invasión a Irak eran desarmar al país de armas de destrucción masiva, poner fin al terrorismo de Saddam Hussein  y liberar al pueblo iraquí. Sin embargo, estas justificaciones fueron, en el mejor de los casos, pretextos ideológicos y, en el peor, fabricaciones diseñadas para obtener el apoyo público. Las ADMs nunca se encontraron en Irak, y, a pesar de las repetidas afirmaciones sobre los lazos de Saddam Hussein con Al-Qaeda, Irak no tenía conexión alguna con los atentados del 11 de septiembre.

Irak antes de Estados Unidos

El Partido Baaz, cuyo nombre en árabe significa "Renacimiento", practicaba un socialismo árabe de naturaleza secular y no-marxistaSu lema "Unidad, Libertad, Socialismo" reflejaba su enfoque en la unificación panárabe y la liberación de la influencia de los intereses occidentales. A pesar de ser un régimen autoritario, el gobierno baazista de Saddam Hussein implementó políticas de modernización que lograron avances significativos para la población iraquí.

Saddam Hussein / LIBANO IRAK (AP)

El régimen invirtió considerablemente en servicios sociales. En el sector de la sanidad, se introdujo una cobertura sanitaria universal que garantizaba a los ciudadanos iraquíes el acceso a la atención médica y a los medicamentos cuando lo necesitaban. En el ámbito educativo, se elevó la tasa de alfabetización a un 95%El gobierno, en colaboración con UNICEF, incluso puso en marcha programas para reintegrar a las niñas y adolescentes que habían abandonado sus estudios. En cuanto a los derechos de la mujer, el régimen de Hussein impulsó una legislación que fomentaba su participación en la esfera pública y la fuerza laboral asalariada, donde llegaron a representar un 25% del total.

Pese a todo esto, es un hecho que el régimen empleaba la violencia, la tortura y la represión para controlar a la población. El partido se militarizó y la afiliación se convirtió en un requisito para alcanzar altos cargos en la administración pública y las escuelas. Aunque el 10% de la población iraquí llegó a ser miembro del partido en los años 80, la burocracia y el ejército eran instrumentos de control del Estado.

La invasión de 2003

La invasión de 2003 desmanteló por completo la infraestructura que sustentaba estos logros sociales. La política de "des-baazificación", impuesta por la ocupación estadounidense, fue un acto de destrucción que eliminó no solo a la élite opresora, sino también los cimientos mismos del Estado iraquí. El desmantelamiento total de las estructuras estatales generó un vacío de poder y un profundo resentimiento, lo que sirvió para alimentar la insurgencia y la violencia sectaria, creando las condiciones para el surgimiento de grupos extremistas como ISIS, cuyos líderes militares provenían de las antiguas élites del partido Baaz.

Un soldado americano cubre el rostro de una estatua de Saddam Hussein con una bandera estadounidense antes de derribar la estatua en el centro de Bagdad, Irak, el 9 de abril de 2003. Jerome Delay / AP Photo

Lejos de las justificaciones oficiales, la invasión de Irak en 2003 respondió a un imperativo económico y geopolítico. El verdadero motor de esta invasión no fue solo el petróleo, sino la defensa del sistema del petrodólar. Este sistema, establecido en los años 70, asegura que la mayor parte del petróleo del mundo se compre y venda en dólares estadounidenses. Esto crea una demanda constante de dólares a nivel global, lo que permite a Estados Unidos financiar sus masivos déficits y sus operaciones militares sin las restricciones que enfrentan otros países. Romper el vínculo entre el petróleo y el dólar reduciría drásticamente el papel de este último como moneda de reserva internacional, debilitando así el poder militar y económico de Estados Unidos.

La invasión de Irak fue una respuesta directa a la amenaza que Saddam Hussein representaba para este orden hegemónico. En el año 2000, Irak tomó la decisión estratégica de cambiar la moneda para sus exportaciones de petróleo del dólar al euro. Aunque el volumen de comercio de Irak estaba limitado por las sanciones, este movimiento fue visto como un desafío directo y peligroso. La preocupación en Washington era que otros países productores de petróleo, como Irán, Venezuela y, lo más importante, Rusia, siguieran el ejemplo de Irak, lo que permitiría al euro ganar una influencia significativa, debilitando la posición del dólar como moneda de reserva internacional y, con ello, el poder económico de Estados Unidos.

La invasión, por lo tanto, fue una acción preventiva para "hacer retroceder al euro" y enviar una señal a otros productores de petróleo sobre las consecuencias de desafiar el orden hegemónico. La eliminación de Hussein buscaba asegurar el control directo de las vastas reservas petroleras de Irak, que eran las segundas más grandes del mundo, e imponer un cambio político y de orden económico para hacer que el suministro de petróleo fuera consistente y predecible de nuevo.

La narrativa oficial de las armas de destrucción masiva fue la cortina de humo perfecta para una guerra que en el fondo era por la supremacía monetaria y el control de los recursos para servir a los intereses de las élites capitalistas

Irak después de Estados Unidos

A diferencia de la cohesión estatal que existía previamente, la destrucción de las estructuras de poder baazistas no creó una democracia funcional, sino un vacío de poder que fue llenado por la insurgencia y grupos terroristas. Muchos de los oficiales militares y miembros del antiguo partido, al quedarse sin empleo y desilusionados, se unieron a la insurgencia o cooperaron con grupos extremistas, incluyendo a ISIS, impulsados por un odio compartido al gobierno liderado por los chiítas que se había instalado.

El contraste entre la relativa seguridad y el estado secular del Irak pre-invasión, y la violencia y el caos post-invasión, es aberrante. La invasión de Estados Unidos mató a casi medio millón de personas, desplazó a millones y condujo a abusos de derechos humanos por todas las partesEl Irak actual enfrenta una grave crisis de derechos humanos, que incluye desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias, asesinatos de activistas y la falta de justicia para las víctimas de los crímenes de guerra. En lugar de traer una era de libertad, la intervención sumió al país en una espiral de violencia, disfunción estatal y fragmentación que niega la narrativa de la liberación.

Afganistán antes de Estados Unidos

Antes de la intervención estadounidense, la política de Afganistán se vio influida por el Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA), un movimiento con una ideología nacional democrática y progresista que se volvió abiertamente marxista-leninista después de 1978. El PDPA instituyó reformas sociales como la reforma agraria, la cancelación de deudas y, lo que es más relevante, igualdad de derechos y coeducación para las mujeres. 

Afganistán en los años 70 / Laurence BRUN /Gamma-Rapho via Getty Image
Afganistán en los años 70 / Laurence BRUN /Gamma-Rapho via Getty Images

La "Guerra contra el Terrorismo"

La intervención de Estados Unidos en Afganistán no comenzó en 2001, sino en la década de 1980. Bajo la doctrina de "La Gran Guerra Fría", la CIA vio en el gobierno del PDPA una amenaza a su esfera de influencia y una oportunidad para desangrar a la Unión Soviética. En un acto de cinismo geopolítico, Estados Unidos financió y dio armas y entrenamiento a los muyahidines, un grupo fundamentalista, para que lucharan contra la URSS y el régimen progresista del PDPA. 

La intervención de Estados Unidos no fue para proteger a los afganos, sino para desgastar a la URSS, un objetivo que creó las condiciones para el surgimiento de grupos fundamentalistas que acabarían llevando al poder al régimen talibán y, posteriormente, a Al-Qaeda, a quien los propios Estados Unidos habían armado previamente.

Afganistán después de Estados Unidos

El 11 de septiembre de 2001 sirvió como el pretexto perfecto para una segunda intervención estadounidense en Afganistán. La invasión, justificada por la búsqueda de Osama Bin Laden, fue vista como una oportunidad para apuntalar su debilitado dominio en Asia y para seguir desestabilizando la región y presionar a rivales como Irán, Rusia y China.

Entre la era del PDPA y el actual régimen talibán hay un retroceso masivo y catastrófico en los derechos sociales y humanos. Los avances que el PDPA intentó instituir han sido completamente revertidos. El régimen talibán ha impuesto un apartheid de género, prohibiendo a las niñas ir a la escuela más allá del sexto grado y a las mujeres el acceso a la educación secundaria y universitaria, haciendo de Afganistán el único país del mundo con estas restricciones.

EFE/EPA/QUDRATULLAH RAZWAN

El régimen talibán ha expulsado a las mujeres de casi todos los ámbitos de la vida pública y de la mayoría de los trabajos cualificados. Además, el país ha retrocedido en términos de seguridad y derechos básicos, con ejecuciones públicas, tortura, detenciones arbitrarias y juicios injustos documentados por organizaciones de derechos humanos. La crisis humanitaria y la pobreza se han agravado, con una gran parte de la población en extrema pobreza y con falta de acceso a servicios básicos como la electricidad.

OCHA/Charlotte Cans

La situación actual es la culminación de un proceso de décadas de intervención imperialista que no solo se opuso a un régimen socialista en Afganistán, sino que creó las condiciones para la instalación de un régimen fundamentalista, y luego regresó para "luchar" contra las consecuencias de sus propias acciones, dejando el país en un estado de pobreza, inseguridad y retroceso social.

El Coste Humano del Imperialismo

En ambos casos, las intervenciones estadounidenses no lograron sus objetivos declarados de "liberación" o "democracia", para sorpresa de nadie. Por el contrario, resultó en el caos, la disfunción institucional y una profunda crisis humanitaria. Los logros sociales y los derechos que existían, aunque de forma contradictoria y en un contexto de represión, fueron aniquilados por el colapso posterior.

La retórica de la "liberación" fue un slogan vacío diseñado para justificar la búsqueda de poder y beneficios para las élites del capitalismo estadounidense. El legado de estas intervenciones deja un rastro de destrucción, desestabilización sectaria, violencia terrorista y una pérdida de soberanía que beneficia únicamente a los intereses del imperialismo.