Gadafi: La Pesadilla de Occidente
Es probable que cuando pienses en Muamar Gadafi, te vengan a la mente las palabras "terrorista" o "dictador". Sin embargo, he de decirte que detrás de esa imagen oficial hay una historia mucho más compleja y mucho más incómoda para las potencias occidentales.
En 1969, un joven militar llamado Muamar Gadafi derrocó a la monarquía títere de Libia, un régimen servil a los intereses extranjeros. Lo primero que hizo fue tomar el control de lo que pertenecía a su pueblo, el petróleo. En lugar de que los beneficios energéticos fueran a parar a las cuentas de multinacionales extranjeras, los recursos pasaron a financiar un ambicioso proyecto de transformación social.
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| Foto de Moayad Zaghdani en Unsplash |
El Libro Verde
El 15 de abril de 1973, en un discurso en Zuara, Gadafi presentó al mundo el Libro Verde, el manifiesto que contenía su "Tercera Teoría Universal". Esta ideología fue concebida como una alternativa definitiva tanto al capitalismo como al comunismo, un modelo que, según su autor, era universalmente aplicable a cualquier sociedad del planeta.
La teoría se nutría de una amalgama sincrética de socialismo, preceptos islámicos y tradiciones beduinas. Sus principios fundamentales representaban una ruptura radical con el pensamiento político occidental:
- Rechazo a la Democracia Representativa. El Libro Verde es, ante todo, una crítica feroz a la democracia parlamentaria. Gadafi sostenía que la simple existencia de una asamblea parlamentaria significaba la ausencia del pueblo y que las dictaduras más tiránicas que el mundo ha conocido se han establecido a la sombra de asambleas parlamentarias. Para él, los parlamentos eran una falsa representación que usurpaba la soberanía popular.
- Democracia Directa a través de Congresos Populares. Como solución, Gadafi propuso la Yamahiriya, traducible como "Estado de las masas". En este sistema, el poder no se delega, sino que se ejerce directamente a través de una red piramidal de Congresos Populares de Base y Comités Populares.
- Socialismo de las Necesidades Básicas. En el plano económico, la teoría postulaba que la libertad humana es incompleta mientras las necesidades básicas dependan de otros. Consideraba que la vivienda, la renta y el transporte eran necesidades tan imprescindibles que no podían ser propiedad de un tercero, ya que esto conducía a la esclavitud económica. En la sociedad socialista idealizada por Gadafi, "ninguna entidad debe controlar las necesidades del hombre". Su teoría prometía la "definitiva liberación de todas las cadenas de la injusticia" para crear una sociedad de iguales en poder, riqueza y armas.
- Visión Social y Cultural. El Libro Verde también abordaba aspectos sociales, otorgando a la familia una primacía sobre el Estado, al que consideraba una "estructura política artificial". Criticaba la educación controlada por el Estado como un "acto dictatorial" que suprimía la libertad al imponer un plan de estudios programado. Además, defendía que cada nación debía tener una religión única para garantizar la cohesión social, ya que la diversidad religiosa podía generar disputas.
El Milagro Libio
Antes del golpe de Estado de 1969, Libia era una de las naciones más pobres del mundo. El descubrimiento de petróleo en 1959 comenzó a cambiar su destino, pero fue bajo el régimen de Gadafi cuando esta riqueza se tradujo en una transformación social a gran escala. Tras nacionalizar la industria petrolera, el gobierno implementó en los años ochenta una política de distribución de la riqueza y centralización económica.
- Estado de Bienestar. Estableció un sistema social integral que ofrecía educación y sanidad completamente gratuitas para todos los ciudadanos. Se prohibió el comercio privado a gran escala y se iniciaron ambiciosos proyectos de infraestructura en comunicaciones, vivienda y hospitales. Estas políticas lograron que Libia se convirtiera en un país socialmente más equilibrado.
- Indicadores de Desarrollo Humano. Los resultados de estas políticas fueron espectaculares. Para 2010, el Informe de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas clasificaba a Libia en el puesto 53 a nivel mundial, el más alto de toda África. El país, que había sido predominantemente rural y atrasado, se había transformado en una nación con una economía moderna y altos niveles de alfabetización. La esperanza de vida al nacer alcanzó los 74,5 años en 2010, una de las mejores de la región de Oriente Medio y Norte de África. La tasa de alfabetización de adultos llegó al 89,5%, y la de los jóvenes (entre 15 y 24 años) alcanzó un impresionante 99,9%.
- Emancipación de la Mujer. Gadafi adoptó medidas consideradas revolucionarias en el mundo árabe para promover la emancipación de la mujer. Prohibió la poligamia y creó la primera Academia Militar Femenina, desafiando directamente a los ulemas conservadores y a los movimientos islamistas. Como resultado, las mujeres libias accedieron a roles antes impensables, convirtiéndose en ministras, embajadoras, pilotos, juezas y doctoras.
El proyecto más emblemático del desarrollo soberano de Libia fue, sin duda, el Gran Río Artificial (GMMRP, por sus siglas en inglés), una obra de ingeniería colosal que el propio Gadafi calificó como la "Octava Maravilla del Mundo".
- Considerado el proyecto de irrigación más grande del mundo, el GMMRP es una vasta red de tuberías subterráneas diseñada para extraer agua fósil de los acuíferos del Sistema de Arenisca de Nubia, en las profundidades del desierto del Sahara, y transportarla a las ciudades costeras del norte. El objetivo era suministrar 6,5 millones de metros cúbicos de agua dulce al día para consumo doméstico, agrícola e industrial, proporcionando el 70% de toda el agua utilizada en Libia.
- Concebido a finales de los años 60, su construcción comenzó en 1984. El proyecto tuvo un coste total estimado de más de 25.000 millones de dólares y fue financiado en su totalidad por el gobierno libio, sin recurrir a préstamos del Banco Mundial o de otros organismos financieros internacionales. La escala era monumental: más de 1.300 pozos de hasta 500 metros de profundidad, una red de 2.820 km de tuberías de hormigón pretensado de 4 metros de diámetro (fabricadas en Libia) y enormes embalses de almacenamiento.
- El GMMRP fue una solución vital para la escasez de agua del país. Mejoró drásticamente la calidad de vida de la población, alivió la presión sobre los acuíferos costeros sobreexplotados y fue un pilar para el desarrollo agrícola sostenible. En áreas como Abu Shieba, las tierras de cultivo se duplicaron y el número de agricultores aumentó en más del doble gracias al agua del proyecto.
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| Foto de Z El Baz en Unsplash |
Visión Panafricana
La política exterior de Muamar el Gadafi experimentó una evolución estratégica fundamental, pasando de ser un ferviente defensor del panarabismo a convertirse en el principal promotor y financiero del panafricanismo. Esta transición culminó en propuestas económicas radicales que desafiaron directamente la hegemonía financiera occidental y posicionaron a Gadafi como una amenaza para el orden establecido.
En sus inicios, Gadafi estaba profundamente influenciado por la figura de Gamal Abdel Nasser de Egipto. Inspirado por el ideal de la unidad árabe, intentó forjar federaciones con Egipto y Siria en la década de 1970, buscando posicionarse como el heredero del liderazgo panarabista tras la muerte de Nasser.
Sin embargo, Gadafi se sintió profundamente decepcionado y traicionado por las naciones árabes, especialmente durante el aislamiento internacional que sufrió Libia bajo las sanciones de la ONU en la década de 1990. Esta desilusión provocó un giro decisivo en su política exterior. Gadafi reorientó sus esfuerzos y recursos hacia el continente africano, adoptando la causa del panafricanismo con un fervor renovado. Se veía a sí mismo como el unificador de las identidades panárabe, panafricana y panislámica en una lucha común contra el imperialismo.
Gadafi se convirtió en la fuerza impulsora detrás de la transformación de la anquilosada Organización para la Unidad Africana (OUA) en la mucho más ambiciosa Unión Africana (UA). En 1999, fue el anfitrión de la cumbre de Sirte, donde propuso formalmente la creación de los "Estados Unidos de África". Aunque el nombre fue finalmente rechazado en favor de "Unión Africana", su empuje político y, sobre todo, su masiva inyección de fondos libios fueron cruciales para que el proyecto se hiciera realidad. Su liderazgo fue reconocido por otros mandatarios africanos, que lo elogiaron como un "hijo de África".
La inmensa riqueza petrolera de Libia se convirtió en la herramienta diplomática más poderosa de Gadafi en África. Su influencia financiera le permitió apoyar a regímenes amigos, financiar proyectos de desarrollo económico y social en todo el continente, pagar la deuda externa de países como Burkina Faso y respaldar movimientos de liberación nacional, incluido el Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela en su lucha contra el apartheid. Este poder económico le otorgó una influencia posiblemente mayor que la de iconos panafricanistas anteriores como Kwame Nkrumah o Julius Nyerere.
La iniciativa fue percibida en las capitales occidentales como una amenaza directa y existencial para el sistema financiero global:
- Atacaba el corazón del sistema del petrodólar, un pilar fundamental del poder económico estadounidense que garantiza que el petróleo, el recurso más estratégico del mundo, se cotice y se negocie en dólares.
- La amenaza fue reconocida explícitamente al más alto nivel. El presidente francés, Nicolas Sarkozy, llegó a declarar que "Libia amenaza la estabilidad financiera de la humanidad".
- Para la economía estadounidense, el plan representaba una sentencia de muerte, ya que Estados Unidos, a diferencia de las naciones con grandes reservas de oro, no podría comerciar con esta nueva moneda sin una reestructuración fundamental de su sistema monetario. Aunque algunas fuentes cuestionan la solidez de la evidencia sobre la viabilidad del plan, la percepción de la amenaza en los círculos de poder occidentales fue innegable.
El panafricanismo de Gadafi no era mera retórica política; el Dinar de Oro era su punta de lanza económica. Representaba un intento fundamental de desconectar a África de la arquitectura financiera post-Bretton Woods, un sistema que perpetúa la dependencia. No se trataba solo de crear una nueva moneda, sino de establecer una economía alternativa que empoderaría a las naciones africanas. Era la conclusión económica lógica de su visión política antiimperialista, transformando una postura filosófica en una amenaza tangible para la jerarquía financiera mundial.
En este contexto, la intervención de 2011, liderada con especial agresividad por Francia, fue un ataque preventivo contra este proyecto. La crisis humanitaria en Bengasi, por tanto, proporcionó el casus belli perfecto para una intervención cuyo objetivo estratégico subyacente era eliminar a un líder que estaba construyendo activamente un bloque económico rival. Correos electrónicos desclasificados de la entonces Secretaria de Estado de Estados Unidos, Hillary Clinton, sugirieron más tarde que uno de los motivos clave de la intervención liderada por Francia era, de hecho, suprimir la iniciativa del Dinar de Oro de Gadafi.
Intervención y Colapso
La intervención militar de la OTAN en 2011 marcó el punto de inflexión que transformó a Libia de un Estado funcional a un territorio fallido y en perpetuo conflicto.
La intervención militar fue autorizada por la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. El marco legal invocado fue la doctrina de la "Responsabilidad de Proteger" (R2P), con el objetivo declarado de establecer una zona de exclusión aérea y tomar "todas las medidas necesarias" para proteger a la población civil de un ataque inminente por parte de las fuerzas de Gadafi en la ciudad de Bengasi.
Sin embargo, numerosos críticos, incluyendo potencias como Rusia, China, Brasil e India, así como la propia Unión Africana y la Liga Árabe, denunciaron que la coalición liderada por la OTAN excedió rápidamente su mandato. La misión pasó de ser una operación de protección civil a un apoyo aéreo directo a las fuerzas rebeldes, con el objetivo no declarado pero evidente de un cambio de régimen. Esta campaña culminó con la captura y asesinato de Gadafi a manos de los rebeldes, un acto que selló la transformación de la misión.
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| Vladimir Putin con Muammar al-Gaddafi en Trípoli / Kremlin.ru / Presidential Press and Information Office, Licencia CC BY 4.0. |
Detrás de la fachada humanitaria, la motivaciones reales europeístas y estadounidenses eran múltiples:
- Asegurar el acceso a las vastas reservas de petróleo de Libia, las más grandes de África y de una calidad (ligero y dulce) muy apreciada, era un objetivo primordial.
- Como os expliqué anteriormente, neutralizar el proyecto de Gadafi de crear una moneda panafricana respaldada por oro era una prioridad estratégica para proteger la hegemonía del dólar y los intereses financieros de potencias como Francia y Estados Unidos.
- La intervención también sirvió a otros objetivos estratégicos. Para la Francia de Sarkozy, era una oportunidad de reafirmar su influencia en el norte de África. Para el Reino Unido, una forma de mantener su estatus como principal aliado de Estados Unidos. Para Washington, era una manera de gestionar los levantamientos de la "Primavera Árabe" y reposicionar su poder en una región en plena ebullición.
- La justificación de la guerra se construyó sobre una narrativa mediática que demonizaba sistemáticamente a Gadafi, utilizando epítetos como "perro rabioso" y promoviendo el sensacionalismo por encima de los hechos para moldear la opinión pública y legitimar la intervención militar.
El derrocamiento de Gadafi no condujo a la democracia prometida, sino al colapso total del Estado y a una catástrofe humanitaria, económica y de seguridad. La comparación de los indicadores clave antes y después de 2011 es desoladora. Libia se fragmentó en un mosaico de facciones en guerra. El país se dividió entre gobiernos rivales en Trípoli (oeste) y Tobruk/Bengasi (este), cada uno apoyado por una constelación de milicias tribales y potencias extranjeras. Esta fragmentación condujo a una segunda y aún más brutal guerra civil a partir de 2014.
La era post-Gadafi se ha definido por el caos. Libia se convirtió en el país que más se ha deteriorado en el Índice de Estados Frágiles, empeorando su puntuación en 28,3 puntos entre 2011 y 2021. La situación de los derechos humanos se convirtió en una crisis prolongada alimentada por la impunidad total. Las detenciones arbitrarias, la tortura, la violencia sexual y los asesinatos ilegales a manos de milicias y grupos armados se volvieron sistemáticos. El país se transformó en un mercado de esclavos para migrantes y refugiados, que sufren abusos horrendos. Además, el colapso del Estado libio y el saqueo de sus inmensos arsenales desestabilizaron toda la región del Sahel, fortaleciendo a grupos terroristas y exacerbando conflictos étnicos a miles de kilómetros de distancia.
La estrategia de la OTAN en Libia creó un vacío de poder que no tenía intención ni capacidad de llenar. Este enfoque, políticamente conveniente para las audiencias occidentales, garantizó el colapso del Estado. Al desmantelar el aparato de seguridad existente y empoderar a un mosaico de milicias rivales, la intervención hizo de la guerra civil y el fracaso estatal un resultado casi inevitable. El caos post-2011 no fue un efecto secundario desafortunado, sino la consecuencia directa y predecible de la estrategia de intervención elegida.
Posteriormente, Libia se convirtió en el arquetipo de la guerra por delegación moderna. El país se transformó en un tablero de ajedrez donde potencias regionales y globales (Turquía, Qatar, Emiratos Árabes Unidos, Egipto, Rusia, Francia) persiguen sus intereses apoyando a facciones rivales con dinero, armas y mercenarios. El pueblo libio quedó reducido a un peón y la soberanía de su nación fue efectivamente anulada.
Legado
Gadafi no solo elevó drásticamente el nivel de vida de su pueblo, sino que también trazó un rumbo independiente en la escena mundial, desafiando el orden geopolítico y financiero establecido con una audaz visión panafricanista. Su Libia, aunque imperfecta, era un Estado funcional con un contrato social claro.
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| Muamar Gadafi (recortado). Ministerio de Asuntos Exteriores de Serbia. Obtenido de Wikimedia Commons con Licencia CC BY-SA 3.0. |
Hoy, Libia se erige como la principal advertencia del siglo XXI contra las llamadas "intervenciones humanitarias". Su caso demuestra de manera irrefutable cómo un Estado, por defectuoso que sea, puede ser irrevocablemente destrozado, dejando tras de sí un Estado fallido que no solo es una fuente de inestabilidad regional y una tragedia para sus ciudadanos, sino también un monumento a las desastrosas consecuencias de la arrogancia imperial.
Este no es un caso aislado, es un patrón que se repite. Salvador Allende, Yasser Arafat, Hugo Chávez, Saddam Hussein... la lista es larga. No importa si un líder es democrático o autoritario; si se atreve a desafiar los intereses de las grandes potencias, nacionalizando sus recursos o saliéndose del guion del FMI, tarde o temprano se convierte en enemigo público.
Así funciona el relato dominante: convierte la resistencia en dictadura, la soberanía en amenaza, la emancipación en caos. Se nos enseña a temer a quienes no se arrodillan. Porque si los pueblos comienzan a ver en esos líderes una alternativa posible, el orden mundial basado en la dominación y el expolio corre el riesgo de tambalearse.
Muamar Gadafi no fue un santo, pero tampoco fue el monstruo que nos vendieron. Fue, ante todo, un enemigo del sistema. Y en este mundo, eso es lo verdaderamente imperdonable.
“El imperialismo deja tras de sí gérmenes de podredumbre que debemos detectar clínicamente y eliminar, no solo de nuestra tierra, sino también de nuestras mentes.” ~ Frantz Fanon en Los condenados de la tierra (1961)
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